jueves, 3 de abril de 2014

Envejeciendo a toque de corneta

 
¿Por qué será que dentro de nuestros planes para el futuro contemplamos únicamente lo que disfrutaremos de la vida cuando nos jubilemos y nos olvidamos de que estaremos en la antesala de la pura vejez? Ese optimismo nos lleva a creer que unos volverán al campo de sus orígenes o a esa casa en el pueblecito tranquilo donde cultivarán geranios y jugarán maravillosas partidas de dominó al caer la tarde; que otros vivirán en una eterna primavera de lagartija al sol de cualquier mar rodeados de pensionistas como ellos y recibiendo la visita de hijos y nietos una quincena al año (más no, que cansan mucho).

Toda la vida ahorrando –dinero y sueños- para ese momento feliz de la jubilación, (júbilo donde los haya) en el que el Plan Supremo se hará por fin realidad. Entonces, y sólo entonces, accederemos al autoengaño por antonomasia de todos los que hemos fabricado durante nuestra existencia para sobrevivir: el de una vejez digna, tranquila y feliz.

Mentira podrida. Mentira y de las gordas. Y el que no me crea que mire a su alrededor, que busque debajo de las alfombras y enseñe al mundo a esos seres (mayores de 65 por lo menos) que habitan en un Nirvana continuo de inquietudes y actividades culturales que nunca antes tuvieron, que realizan viajes exóticos en pantalón corto y autobús y viven rodeados de auras amorosas con su tribu familiar adorable y que les llena de cariño, respeto y amor por la vida.

Este fin de semana me lo han puesto delante de las narices una vez más y por partida doble. Primero con la exposición sarcástica de la realidad que del tema el grupo Joglars ha hecho en su último trabajo “2036 Omena-g”. ¡Dios mío, estábamos todo el teatro riéndonos de lo que nos va a pasar a nosotros mismos dentro de nada…! Y sin ser conscientes, obviamente. La gente salía sonriente del espectáculo y yo con una cara de palo impresionante. A ver si no… ¿Tengo una visión trágica de la vida que me impide reír de mi propia sombra? Pues será eso…

En segundo lugar porque el domingo compartimos la comida con mi madre anciana de casi ochenta y cuatro años. Ni con todo el amor y el pescadito del Cantábrico del mundo se puede paliar la decadencia, las limitaciones físicas y el desencanto de quien, como ella, sigue manteniendo la mente clara y activa. No se hace ilusiones; nunca se las ha hecho con las cosas de este mundo. Por eso creo que a ella, como a los protagonistas de la obra de teatro, no le hace feliz estar envejeciendo a golpe de corneta un día sí y el otro también y pide únicamente que se le deje seguir siendo ella misma hasta el momento final. Que no es poco si lo consigue.

En fin.

P.S.- Y no me he olvidado de los ancianos abandonados por sus familias ni de aquellos miles que, al no tener familia alguna no sufren el abandono pero sí la soledad. Tampoco me he olvidado aposta de los que pasarán penuria económica porque el sistema les desamparó o ellos se dejaron desamparar por el sistema. Que conste.

http://blogs.diariovasco.com/apartirdelos50

LaAlquimista

Por si alguien desea contactar:
apartirdeloscincuenta@gmail.com
*Post escrito hace dos años. Todavía vigente...

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