domingo, 6 de abril de 2014

Viejos y jóvenes ¡Indignáos!

 
Conforme nos vamos haciendo mayores vamos transitando casi sin darnos cuenta ese desfiladero que separa generaciones, sembrando de desconcierto los campos que otros arrasaron y soñando con que la lluvia nos purifique todavía un tiempo… Rebuscamos en los armarios alguna vieja utopía que nos pueda servir, hurgamos desesperados en los bolsillos del abrigo que se nos quedó pequeño, como la vida, que ahora la necesitamos enorme para poder colocar en ella toda la decepción que atesoramos.

Y en esto llegan ellos, los jóvenes, con su arrogancia imposible y ese deje desdeñoso hacia los mayores, como si la vejez fuera contagiosa. Llegan de la mano de un programa de actividades intergeneracionales al que estamos invitados a participar los mayores de cincuenta y cinco, una cuadrilla de temerarios abueletes…

Temblando estaba la tarde en que nos reunimos por primera vez los dos “equipos” para celebrar un partido amistoso. Un “word coffee” sin mayor trascendencia, una toma de contacto para medir la temperatura ambiente. De un lado, ocho voluntarios: seis mujeres y dos hombres, representando las décadas imposibles: los veinte, treinta, cuarenta y los cincuenta, las décadas en las que hemos nacido. Y del otro lado, ellos, los de los noventa, una docena de chavales entre quince y diecisiete años. La verdad es que tanta curiosidad había de un “bando” como del otro.

El hilo conductor partía de “la escuela”, un nexo de unión intergeneracional; desde la de la postguerra con la imagen del maestro de pueblo con todos los niños en la misma clase –aunque separados chicos y chicas- hasta el colegio de monjas “al uso” de los años sesenta, en plena represión. Se sorprenden ellos de lo que les contamos –castigos, cantos, rezos, falta de libertades y machismo nada encubierto-; nos sorprendemos nosotros de lo que nos cuentan: acoso a profesores, falta de disciplina, desinterés general.

Este año tienen que elegir estudios, toca selectividad y están indecisos. Intuyen que, elijan lo que elijan, el futuro no les va a poner nada en bandeja. Pero lo más chocante, lo que más me ha impactado, ha sido el convencimiento unánime de que van a tener que estudiar hasta los veinticinco como mínimo, para poder acceder al mercado laboral. O incluso DOS carreras para competir con en la feroz batalla por el sueldo mileurista.

Irán a ir a la Universidad llevando en la mochila la premeditación de seguir estudiando –y viviendo a costa de los padres- hasta casi la treintena (si hace falta). Obviamente, los del bando “carroza” hemos puesto el grito en el cielo. ¿Será posible? No, no, qué va, si ha sido pura casualidad que en el Gazteleku donde hemos estado tomando café con pastas con este grupo de chavales ellos estuvieran desencantados de la vida antes de empezar a vivirla… ¿Casualidad?

Había un reproche soterrado en su discurso; si esta sociedad está podrida y a punto de desmoronarse… ¿a quién, sino a nosotros, sus mayores, van ellos a echarle la culpa?

Por la noche, pesadillas.

Y el manifiesto de Stéphane Hessel –escritos, militante político y diplomático francés de 93 años- “Indignez-vous!! (¡Indignaos!). Imprescindible para calentar el fuego de la nueva revolución que se avecina.
http://www.attacmadrid.org/wp/wp-content/uploads/Indignaos.pdf

En fin.

http://blogs.diariovasco.com/apartirdelos50

LaAlquimista

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