jueves, 3 de abril de 2014

Una mujer sola en un bar

 
A veces viajo sola, no necesito ir siempre acompañada para sentirme bien y, según las ganas y el destino, tengo la suerte de poder elegir la compañía que más me conviene en cada momento. Que conste que esto de andar por la vida sin perro que te ladre es algo que cuesta dios y ayuda y de lo que, en general, una puede sentirse muy orgullosa; no es que no dependas de nadie es… que no dependes de nadie y ¿a quién le viene mal un sano ejercicio de libertad? Pero a lo que iba.

Cuando ando por ahí con mi mochila a cuestas –bueno, la mochila la usé solamente cuando hice (en soledad) el Camino de Santiago, normalmente uso una maleta de pequeñas dimensiones- uno de los momentos mejores del día suele ser la hora de cenar; soy muy inquieta gastronómicamente y me gusta probarlo todo, así que me produce inmenso placer sentarme a una mesa diferente a disfrutar de una comida diferente. Aunque vaya sola. Y cuando la jornada aventurera acaba, el remate perfecto es esa cerveza o esa copa –café no que luego no duermo- que ayuda al cuerpo cansado a reconciliarse con la vida. El espíritu también participa de esa pequeña parcela de felicidad, por supuesto.

¿Es raro ver a una mujer sola en un bar? En el mundo islámico es imposible y mis visitas a esa zona del planeta cada vez son menos habituales –por hartazgo y por hastío-; pero en nuestra sociedad avanzada y democrática nadie se asombra de ello. De hecho, jamás he tenido un “encontronazo” –como no fuera agradable- por estar tranquilamente tomando un té o una copa sin compañía en un bar. Excepto aquí. Excepto en esta pequeña ciudad provinciana de cacareada proyección europea de tres al cuarto habitada por ciudadanos y ciudadanas de soterrada mentalidad retrógrada.

- “Uy, hola, ¿qué andas, esperando a alguien? –me dice la amiga (que va con su marido) en un encuentro casual en un bar.-

- No, qué va, tomándome una cerveza tranquilamente.

- Pero, ¿cómo? ¿sola y a estas horas? –Las doce y cuarto de la “madrugada” de un sábado.-

- Eeehhh, pues sí, he ido al cine y al salir me ha apetecido tomar algo antes de volver a casa… ¿No se puede?

- Ya, claro, por supuesto, pero sola… ¡A ver si la gente se va a pensar que estás buscando plan…!” –Eso es lo que piensa ella-

Y eso me lo suelta a la cara y sin anestesia, medio en serio medio en broma, una amiga de las progres de toda la vida que lleva años sin salir a comprar el pan si no es del brazo de su santo esposo por aquello del “qué dirán”, pero que en “las cenas de chicas” y después de la segunda copa de crianza, no para de envidiar mi “presunta” libertad y mi ausencia de “corsés” .

Después de esa estúpida situación he comenzado a fijarme. Y no las encuentro por ninguna parte a las mujeres solas dando de comer al gremio hostelero; ni en las terracitas, ni en los taburetes del interior; ni en los restaurantes ni en los bares; ni en cafeterías ni en pubs. ¿Adónde van a tomar algo las mujeres solas en esta ciudad?

En fin.

http://blogs.diariovasco.com/apartirdelos50

LaAlquimista

Por si alguien desea contactar:
apartirdeloscincuenta@gmail.com

2 comentarios:

  1. No van solas. Está claro. Nosotras (ellas) mismas nos ponemos los corsés. Y luego nos quejamos del trato que nos dan algunos hombres. Yo estoy casada hace mil años, pero voy sola a muchos sitios, sin problemas, porque creo que tengo derecho a mi parcela de libertad y no tengo por qué obligar a nadie a compartir mi ocio, si no le apetece.

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    1. Ay los corsés...Yo también soy una "adulta mayor" y cada vez me da menos corte ir sola a ningún lado. Y me dan pena las que no se liberan de esas cadenas. Pero no olvidemos que también son los hombres los que no quieren que sus esposas anden "sueltas" por ahí: España es un país machista en un porcentaje muy alto. Y con ello hay que luchar..
      Gracias por tu comentario.
      Alki
      http://blogs.diariovasco.com/apartirdelos50/2014/04/03/dormir-sin-tomar-pastillas-todo-un-reto/

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