domingo, 4 de octubre de 2015

Crecimiento personal. "¿Cuándo se termina de aprender?"

 

Esta frase tan simple e inocente me la hizo mi hija pequeña hace ya muchos años cansada, quizás, de tanto colegio. Supongo que le contesté en plan “amatxito que lo sabe todo”, pero nunca se me olvidó su inquietud…

Bien es cierto que hay dos caminos (en realidad hay muchos, pero dos básicos): aquel que nos hace estar despiertos, inquietos, experimentando de continuo, el camino difícil, el duro, el que no está demasiado transitado y el otro, mucho más cómodo aunque esté abarrotado de gente, que está lleno de letreros e indicaciones sobre cómo hay que hacer las cosas, con menos necesidad de discernimiento y pensamiento crítico.

No es que yo haya elegido un camino de crecimiento personal que me lleve a pensar que soy más o mejor que nadie; tampoco quiere decir que tenga tantas inquietudes internas que estoy a punto de pasar al otro lado del espejo. En realidad, yo fui muy comodona –como tantas otras personas- mientras viví bajo la férula familiar, mientras me ponían la comida en el plato y se iban cumpliendo los hitos previstos para la hija primogénita de una “buena familia”.

Lo que ocurrió es que, en algún momento entre los diecisiete y los veinte años tomé la decisión de intentar empezar a salir del rebaño,  con disimulo primero y con luz y taquígrafos después. Fueron tiempos revueltos en lo interior, de mucha fractura emocional y desescombro afectivo, todo ello bajo las nubes tormentosas de una mente que empezaba a ser “racionalista” justo cuando tan sólo había tenido tiempo de ser un poco “racional”.

¿Por qué no me conformé con vivir la vida que mis padres habían dispuesto –con la mejor de las intenciones- para mí? Mientras yo creía –ufanamente- que tenía mucha “personalidad” andaba buceando en los diferentes niveles que se me ofrecían. Quería “darle sentido a la vida”, pero que fuera MI sentido, no el que convenía a los demás, una elección tomada en libertad lejos de las presiones familiares y de eventuales chantajes emocionales.

Si alguna vez tuve graves problemas de relación con los demás –que los tuve- estoy convencida de que empezaron a larvarse en aquella época adolescente  o incluso infantil, en la que mi temperamento no siempre iba al mismo paso que mi carácter haciendo que saltaran chispas que, antes que a los demás, me quemaban a mí…

Luego fui comiéndome los años de cinco en cinco y acumulando lo que llaman “experiencia” que es una palabra rimbombante que lo mismo engloba una existencia rica en estímulos y gozos como una anodina vida con autobiografía casi plana.

Cada situación, cada vivencia acumulada a lo largo de todos estos años ha ido tejiendo una urdimbre complicada e inextricable, imposible de explicar con palabras sobre todo teniendo en cuenta  que tampoco tengo muchas ganas de ahondar en ella para incluirla en mi currículum vitae…público.

Hay cosas que no se pueden contar en un blog. De hecho, hay cosas que no se pueden contar casi en ningún sitio, por eso el aprendizaje no acaba nunca, debo seguir “yendo al cole” aunque me crea a veces que ya me sé la lección…

Porque no debemos apoltronarnos creyendo que, a nuestra edad, ya no tenemos casi nada más que aprender.

Yo, la primera.

En fin. 

LaAlquimista 

Por si alguien desea contactar:

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