sábado, 10 de octubre de 2015

Crecimiento personal. "La vida pasa y nos quedamos en el andén"


Pocas cosas hay en este mundo que me den más satisfacción que cuando una persona querida, alguien amigo, cuenta conmigo para realizar algún plan en común. Esa sonrisa que sale del corazón al sentir que somos “especiales” para alguien, que nuestra compañía es deseada, que no nos hemos vuelto invisibles. Pero cuando más feliz me hace esta circunstancia es cuando menos proclive estoy a aceptarla… y me explico.

¡Qué fácil y sencillo es todo si tenemos el viento de popa, la salud en su sitio, la autoestima en el ático y todos los días alguien nos da un abrazo de veinte segundos! Entonces pensamos que todo nos es debido y que, precisamente, que nos llamen para compartir, que nos inviten con cariño, nos parece que forma parte del orden natural de las cosas. Entonces, aceptamos encantados de la vida las propuestas a una salida, una cena, una fiesta o una sesión de cine. Todo está en su sitio y bien ordenado.

Pero la cosa cambia cuando estamos metidos en los recovecos de nuestra conciencia y sentimos que tenemos “la moral baja”. Entonces no valoramos la atención del otro, rechazamos (amablemente, eso sí) participar y compartir, nos recluimos en nuestros aposentos y…dejamos pasar la vida. Incluso, en algunas ocasiones, nos vestimos de auto-conmiseración y enviamos el mensaje de que “no estamos para nada”. Luego, claro está, si nos toman al pie de la letra y no nos vuelven a llamar en tres meses sentiremos que somos tratados con injusto desdén…

Al final, es el eterno tema de girar alrededor del propio ombligo. ¿Que me siento bien en mi propia piel? ¡Todo perfecto, vamos de excursión, contad conmigo! ¿Que no soporto mi propio pellejo? ¡Dejad que me lama las heridas, no quiero hacer ningún esfuerzo!

Es en este tipo de situaciones –que me ocurren con alguna frecuencia- cuando me doy cuenta del PODER que tengo dentro de mí para CAMBIAR las situaciones.
¿Por qué cuando nos ofrecen amor y cariño lo rechazamos en vez de aprovecharlo para sentirnos un poco más felices?

Tenía yo un amigo al que, cada vez que le llamaba para ir al monte o al cine o a silbar a la vía, me salía con que “no estaba bien”, que “no tenía ganas de nada” y lindezas por el estilo. Un día me planté y le dije que si rechazaba a los demás acabaría quedándose solo y me miró con ojos de decirme…”¿Y qué?”. Bueno, hace ya mucho tiempo que no le veo ni sé nada de él; yo dejé de llamarle y creo que los demás también…

Por eso me he vuelto muy cuidadosa a la hora de RECHAZAR muestras de amistad y de cariño por parte de los amigos. Estoy convencida de que el día de hoy, soleado, hermoso, primaveral, no volverá a repetirse mañana por mucho que yo lo desee; soy consciente de que cuando la vida me ofrece sumarme a su fiesta y me pilla un poco “baja de moral”, me compensa con creces hacer el esfuerzo de vestirme de sonrisas e incorporarme a ese tren que hoy está pasando por mi estación y mañana… ¿Quién sabe si volverá a pasar?

Si estoy sola y quiero vivir murrias personales es mi opción libre de hacerlo; pero si en ese momento alguien llama a mi puerta para ofrecerme un regalo y lo rechazo estoy corriendo un riesgo absurdo: el de que no me lo vuelvan a ofrecer…

En fin.

LaAlquimista

Por si alguien desea contactar:

apartirdeloscincuenta@gmail.com

2 comentarios:

  1. Tu tranquila, mientras haya en el mundo gente de esa que no olvida. Y ya sabes que la hay... Aunque sean raros de ver. O rarísimos. Pero eso solo es puramente circunstancial, con tal de que sepas que te tienen bien presente. Yo creo que eso, aun siendo poca cosa, gratifica y da calorcillo, ¿No?. Así que, ya ves: sale el sol cada mañana. Aunque llueva.

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    1. La gente rara de ver es la más fácil de olvidar...¿o crees lo contrario?
      O pongo el ejemplo del jardín que hay que cuidar y regar y liberar de malas hierbas...
      En fin.
      Feliz día.
      Alqui.

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