miércoles, 21 de octubre de 2015

¿Has fingido el orgasmo alguna vez?



La otra noche volví a ver “Cuando Harry encontró a Sally” la deliciosa película de Rob Reiner que, a pesar de tener ya veintidós años, sigue siendo actual en cuanto al comportamiento de sus personajes. Hay una escena mítica en la que, una Meg Ryan guapa hasta decir basta, finge -en mitad de un restaurante- un orgasmo para demostrarle al estupefacto Billy Crystal lo sencillo que es engañar al partenaire masculino en algunas situaciones…

En eso somos expertas las mujeres, si queremos, cosa que los hombres, para su desgracia y desconcierto, no pueden llegar a ser ni aprendices; la naturaleza no les permite enseñar más cera que la que arde… Digamos que las mujeres estamos dotadas de más recursos y/o herramientas que los hombres para:


a)    No herir susceptibilidades.

b)    Acabar lo antes posible con una experiencia desagradable.
 

La que esté libre de culpa que tire la primera piedra… Eso suponiendo, y digo “suponiendo”, que la actividad sexual sea consentida, gustosamente compartida y afectivamente participativa.

Estando bastante hartas –en general- de la diatriba entre “hacer el amor” y “follar a secas”, la mujer ha utilizado, desde que el mundo es mundo y el primer macho cabalgó a la primera hembra, todos los recursos a su alcance para salir airosa de una situación que no siempre le es placentera o propicia. Y fingir el orgasmo es uno de los más socorridos cuando se dan la situación a) o la situación b).

Hay el caso de la que finge para “quitárselo de encima” lo antes posible al compañero no deseado (y lo que debería hacer es “pedir la cuenta” definitivamente) y la que lo hace para acabar con sesiones amatorias de casi dos horas -que se sabe cuando empiezan y nunca cuando acaban- y agotan a la más enamorada, que debería hablarlo en vez de buscar soluciones unilaterales. La que finge porque no puede sentir el orgasmo (problemón al canto que sólo se arregla con terapia) y la que lo hace porque si no su pareja se acompleja, se siente poco hombre, inútil y se le desestabiliza la autoestima.

¿Por qué esa maldita manía de los orgasmos que deben ser contabilizados y con fumata blanca cada vez que hay un encuentro sexual? ¡Cuántas veces sobran, no son necesarios, estorban, porque lo único que se anhela es la transmisión de amor, de calor, de piel contra piel…!

Por cierto que difícilmente un hombre hará esa pregunta a SU PAREJA… más bien existen los hombres que preguntan eso a alguna amiga, porque…!qué miedo recibir un sí por respuesta de la mujer con la que están…!

Allá cada cual con sus secretos de alcoba y sus armas de mujer, no se trata de demonizar la cuestión sino de sacar un tema que nos atañe a todas. Y a todos, faltaría más. ¿O no…?

En fin.

LaAlquimista

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