viernes, 16 de octubre de 2015

¿Has descubierto ya el sentido de la vida?

 

Los martes acudo a clase de Inteligencia Emocional y, quitando alguna juerga íntima o privada inusitada, suelen ser las dos horas más controvertidas e intensas de la semana. Los temas que saca la profesora –una vivaz y no por joven menos profesional psicopedagoga- son de los de no dejar indiferentes a nadie. Nos espolea a reflexionar, enfrenta opiniones, desarrolla potenciales. Hasta ahí bien. El problema es cuando no nos ponemos de acuerdo. Los alumnos, digo, que nos enzarzamos en discusiones bizantinas sobre cualquier tema que tenga enjundia: la libertad o el libre albedrío, las emociones que sentimos y no sabemos regular o el sentido de la vida.

Debería ser de una claridad meridiana que cualquier adulto con un nivel de inteligencia (emocional) suficiente hubiera ya descubierto a ciertas alturas de la existencia cuál es el “sentido de la vida”. Por supuesto que dejamos de lado –por no caer en un lugar común- el “quién soy, de dónde vengo y adónde voy” y nos metemos en terrenos que no solamente son metafísicos sino íntimos y personales y, en consecuencia, muchísimo más difíciles de explicar.

Porque una cosa es escribir un libro de trescientas páginas teorizando sobre conceptos tan peregrinos como “el sentido de la vida” y otra cosa muy distinta es entrar a por uvas y contestar directamente a la pregunta “¿has descubierto ya el sentido de la vida?”. ¿Parece fácil? Pues no lo es, doy fe, que allí estábamos una docena de personas, bolígrafo en ristre, estrujándonos los sesos como si de solucionar problemas de ecuaciones exponenciales o algo así se tratara.

La respuesta comodín podría ser: “ser feliz”. ¿Sí? ¿Así de sencillo? ¿Y qué significa eso? ¿Triunfar? ¿Vivir tranquilo y bien alimentado? ¿Hacer lo que uno quiere o lo que premia la sociedad? ¿Ver crecer a tus hijos sanos y fuertes? ¿Tener mucho dinero? ¿Cumplir deseos y ambiciones? Tantas preguntas hay como individuos participen en el jueguecito.

¿Qué sentido tiene la vida para los seres humanos que luchan cada día por comer cien gramos de maíz molido mezclado con agua? ¿Y para quienes no saben si despertarán al nuevo día huyendo de bombas y fusiles?

No, no es tan fácil contestar EN PROFUNDIDAD a la pregunta del millón de la clase de Inteligencia Emocional de ayer. Pero no tiene importancia mientras nos la planteemos y seamos capaces de darnos a nosotros mismos una respuesta que nos deje satisfechos. Ahí sí que nos duele…

En fin.

LaAlquimista

Por si alguien quiere contactar:



http://blogs.diariovasco.com/apartirdelos50

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