Nunca lo hubiera imaginado hace ya cinco años cuando se me ocurrió parir un blog de andar por casa sin intención de vender nada al personal. En realidad tampoco tenía expectativa alguna aparte de poder liberar la energía que bullía por el interior de mi cincuentena de recién prejubilada; digamos que era como una válvula de escape, un pequeño cheque en blanco donde las palabras eran la moneda y los sentimientos el capital. Y a fuerza de contar lo que me ocurría cada día, con más o menos gracia y acierto, me fui dando cuenta de que escribir me aliviaba, que cada mañana, con el descanso recién estrenado, descargaba una pequeña piedra de mi mochila emocional y la dejaba flotando en el espacio cibernético, imaginando que pasaba a formar parte de ese “polvo de estrellas” que vaga errante por el espacio sideral.
Pero enseguida dejaron de ser mis artículos andanadas emocionales que salían sin rumbo ni destino, porque otras personas recogían el guante y me lo devolvían limpio y planchado o me retaban a su satisfacción. Y el concepto “interactivo” tomó forma y fue junto a nosotros. Ya no podía limitarme a desahogar mis entrañas y seguir mi rutina como si nada excepcional ocurriera, porque estaba ocurriendo. Espoleándome, poniéndome contra las cuerdas o simplemente dando apoyo a las pequeñas miserias cotidianas, los comentarios de los lectores empezaron a tomar carta de naturaleza dentro del blog, convirtiendo una mera opinión o un saludo mañanero en parte importante de mi acontecer y con incidencia descarada sobre mi estado de ánimo.
De esta manera tan inesperada, sencilla y sorprendente, el blog y sus asiduos o esporádicos participantes, la mayoría mujeres con similares inquietudes, comenzaron a ser mi “grupo especial de autoayuda”, espejo en el que ver reflejados mis errores y mis aciertos, el eco de las palabras mal dichas que necesitaban una segunda lectura –o escritura- por mi parte y el canto en los dientes también para quien como yo se creía a salvo de los salpicones de las opiniones ajenas.
Con el paso del tiempo y la confianza que tanto permite hemos conseguido crear un espacio al que recurrir cuando una pena se ensaña con nosotros con la certeza de que ánimos y buenos consejos van a sernos ofrecidos. Y las alegrías compartidas… !Cuánto mejores son con la risa de los otros! Ahora nos intercambiamos “recetas” para la vida como si fuéramos grandes chefs, leemos atentamente la opinión de otras personas a sabiendas de que les mueve únicamente la buena intención y el cariño cuando se dirigen a nosotros. Esta rueda en la que vamos cabiendo cada vez más y que gira cada día empujada por la buena energía que le vamos poniendo entre todos.
Ni psicólogos ni sociólogos tenían previsto que esto pudiera ocurrir; tan sólo las personas que nos sentimos unidas a los demás a través de estos hilos invisibles que conforman un nido en el que reposar nuestros afanes y compartir lo mejor que tenemos dentro. Si hubiera que explicarlo mejor no merecería la pena…
Gracias por estar ahí; que aunque no os vea siempre os siento…
http://blogs.diariovasco.com/apartirdelos50/
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