No debería estrenar mis días leyendo la prensa, lo sé; es como entrar a una exposición de Klimt e ir directamente a los servicios, un despropósito. Porque una acaba un poco harta de verle la cara a los padres de la patria haciendo la pelota a doña Angela que está que tiembla por culpa "del de la coleta”. Así que, a partir de ya mismo, cada día, a la hora de despertarme, voy a estirar los brazos, las piernas, ensanchar el alma y dedicar unos instantes a inventar un motivo para ser un poco más feliz.
Si llueve, puede que sea dar un paseo pisando charcos; si hace sol, quizás ir a recoger hojas rojas para decorar mi otoño particular. O sentarme a tomar un café mañanero con el perro a mis pies disfrutando de no estar en paro ni tener que ir a trabajar. Repasar viejas cartas de amor para cuando tenga que volver a escribir otra. O dedicar parte del día a esa persona que está atravesando una mala racha y escucharle aunque pese. También puede ayudar ser turista por unas horas y fotografiar el entorno con otros ojos o comprar verduritas para el festín del mediodía. Reinventarse. Sorprenderse. También vivir…
El resto sigue estando ahí, en las portadas de los periódicos. El dolor y la turbación, la vergüenza y la maldad, todas las miserias de las que es capaz el ser humano relatadas con luz y taquígrafos y refrendadas por nosotros, que les hemos dado el poder de representarnos y de cometer injusticias con nuestro voto. Porque la bondad de las personas, la esperanza de un mundo mejor, el trabajo generoso y el amor a los demás, eso ni es noticia, ni vende, ni interesa.
Por eso hay que inventarse pequeños motivos para ser feliz. Es una barata y sana costumbre… cada vez más extendida.
En fin.
Por si alguien desea contactar:
apartirdeloscincuenta@gmail.com
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