sábado, 24 de enero de 2015

No sé qué voy a hacer con mi vida...ni me preocupa



He sido durante más de cincuenta años “doña previsora” –al modelo que ironizaba Borges sobre el precioso poema “Instantes” de Don Herold-, y aunque no me gusten las habas siempre he tenido a mano un “paraguas” por si acaso… Estudié –porque tuve la oportunidad y el deseo de hacerlo- para optar a un buen trabajo que me permitió ser no-dependiente durante toda mi vida adulta. Me casé y tuve hijos porque necesitaba alguien a quien amar que no se fuera cuando cambiara el viento. Tuve una casa en el campo para pasar los fines de semana. Y ahorros en el banco.

Pero cuanta más ropa tenía en el armario, menos sueños me quedaban en el corazón, así que un buen día, aprovechándome vilmente de la maravillosa oportunidad que me brindaba la crisis, le pegué zapatazo a mi vida y giré el timón ciento ochenta grados o así.

Decidí que diez años de mi vida no tenían precio –aunque se lo pusieran- y acepté prejubilarme perdiendo mucho dinero pero apostando a ganar muchas otras cosas.

Porque comprendí que mi felicidad no estaba en manos de otras personas, ni tan siquiera en las de una pareja “para toda la vida”, (falacia donde las haya, lo único que se mantiene incólume toda la vida es una hipoteca) y porque todos mis amores fueron eternos hasta que se demostró lo contrario. ¡Qué manía tenemos los humanos de hacer promesas que sabemos que no querremos cumplir! ¿Qué necesidad hay de agarrarse a un “contrato fijo” para sentirse seguro (y dependiendo de otros) cuando lo único seguro que hay en esta vida es la muerte?

Y en esa búsqueda –no frenética, pero sí incansable- de la felicidad ¿? gasté mi juventud y seguí gastando mis años adultos hasta que frené de golpe. Sin porrazo, pero de golpe. Y ya no echo cuentas de cuánto dinero tendré –en un futuro incierto y nebuloso-, ni tengo organizada mi vejez –si es que llega a visitarme.

Porque conforme me voy quedando sin apegos me siento más liviana, más ligera, más libre. Ya no termino un viaje con el siguiente en la cabeza. Ya no despierto los lunes pensando en cómo pasaré el próximo fin de semana; en vez de “renovar mi vestuario” he tirado el “fondo de armario” que me anclaba a la sociedad y me apelmazaba las alas.

Ahora piso la yerba llena de hojas que caen, se secan y se pudren, en vez del césped recién segado y orlado de arriates bien cuidados, porque me he dado cuenta de que soy mucho más feliz sin saber qué voy a hacer mañana o pasado mañana o el año que viene, en vez de ir llenando mi agenda con fechas y citas, viajes y encuentros hueros a los que me cuesta cada vez más trabajo proveer de sentido y contenido.

Ahora que me estoy vaciando literalmente (sic) me despierto muchas mañanas sintiendo que no sé qué va a ser de mi vida… y no sólo no me preocupa sino que se me ensancha la sonrisa. Show must go on.

En fin.


“Instantes”

(autor: Don Herold, falsamente atribuido a J.L.Borges)

Si pudiera vivir nuevamente mi vida,
en la próxima trataría de cometer más errores.
No intentaría ser tan perfecto, me relajaría más.
Sería más tonto de lo que he sido,
de hecho tomaría muy pocas cosas con seriedad.


Sería menos higiénico.
Correría más riesgos,
haría más viajes,
contemplaría más atardeceres,
subiría más montañas, nadaría más ríos.
Iría a más lugares adonde nunca he ido,
comería más helados y menos habas,
tendría más problemas reales y menos imaginarios.



Yo fui una de esas personas que vivió sensata
y prolíficamente cada minuto de su vida;
claro que tuve momentos de alegría.
Pero si pudiera volver atrás trataría
de tener solamente buenos momentos.

Por si no lo saben, de eso está hecha la vida,
sólo de momentos; no te pierdas el ahora.

Yo era uno de esos que nunca
iban a ninguna parte sin un termómetro,
una bolsa de agua caliente,
un paraguas y un paracaídas;
si pudiera volver a vivir, viajaría más liviano.

Si pudiera volver a vivir
comenzaría a andar descalzo a principios
de la primavera
y seguiría descalzo hasta concluir el otoño.
Daría más vueltas en calesita,
contemplaría más amaneceres,
y jugaría con más niños,
si tuviera otra vez vida por delante.

Pero ya ven, tengo 85 años…
y sé que me estoy muriendo.


LaAlquimista

Por si alguien quiere contactar:
apartirdeloscincuenta@gmail.com

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