(Post escrito hace tres años. Nada ha cambiado en mis sentires)
Treinta y uno… qué edad tan hermosa para tener el corazón lleno de sueños e ilusiones, para sentir que la vida te pertenece, que hay horizontes sin barreras delante de tus ojos y todo cuanto hagas ha de servir para rebosarte de amor, de ganas por vivir…
Me fuerzo a traspasar el espejo del alma y buscar a la mujer que fui hace treinta y un años, la luminosa mañana del último día del mes de Enero en que, con el sol cegándome los ojos, en una pequeña habitación de hospital, sonaba la música acompañando mis jadeos y los primeros esfuerzos que tú hacías para incorporarte a la vida.
Eran otros tiempos, sin teléfono móvil, ni Internet, las emociones se ralentizaban y quedaban aposentadas, grabadas a fuego en el alma, porque había que sentirlas, no podían compartirse al aire en un instante con los demás mediante mensajes, llamadas o fotografías en tiempo real. Viniste al mundo sin más compañía que la de tu padre y el personal médico y fuiste “nuestra” auténticamente durante unas horas en las que nadie supo que habías llegado, porque dedicamos el tiempo a mojar con lágrimas de alegría tu rostro, a darte los primeros de millones de besos, a tocarte con el miedo de quien tiene entre sus brazos una porcelana valiosa…
Tu padre fotografió el parto con una cámara analógica, sin flash, ni video… las imágenes nunca fueron retocadas, ni difundidas, ni compartidas en una red social. Guardamos celosamente el documento emocionante, irrepetible, hermoso hasta las lágrimas y tan sólo tú has visto las fotografías del momento exacto en que llegaste a esta vida.
¿Qué se siente viéndose nacer? ¿No es acaso un auténtico milagro?
Ahora, treinta y un años después, siguen abiertos tus ojos a la aventura de la vida, disfrutando de la posibilidad de amar –que has elegido por encima de cualquier otra-, viviendo tu tiempo con el esfuerzo del trabajo bien hecho, investigando y compartiendo, sintiendo y disfrutando, soñando y trabajando para ayudar a construir un mundo mejor.
Hoy es tu cumpleaños, hija mía, pero es también mi día de fiesta, mi día alegre y feliz en que siento que mi vida está plena por muchos motivos, pero sobre todo por haber hecho de vehículo para que vinieras a la vida e iluminaras con tu luz el espacio de quienes estamos teniendo el privilegio de caminar a tu lado.
Decirte que te quiero son palabras sencillas, pero sentir que soy feliz a través de tu felicidad es mucho más complejo y emocionante, sobre todo porque siento que estamos unidas por un cordón de luz que no se quebrará jamás.
Sigue siendo feliz. Mis bendiciones para ti, Xixili.
Mmmy.
(Hoy no puedo ser LaAlquimista…)
31 de Enero de 1981. 12.05h.
Por si alguien quiere contactar:
Foto: Alejandro Ashley
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