Si tienes más de cincuenta años, las Navidades no significarán para ti lo mismo que para las nuevas hornadas. Donde ahora no hay más que consumo y más consumo, antes había la magia extraordinaria de un misterio que todavía no habíamos sido capaces de resolver y creíamos a pies juntillas toda la historia que rodeaba el “belén”. Pero éramos felices –más o menos- y un trozo de turrón nos sabía a paraíso terrenal y los reyes venían montados en camellos y escribíamos nuestra carta con toda la fe del mundo. A dónde fue a parar la inocencia no es cosa de analizar ahora –aunque más o menos sabemos hacia qué vertedero se fue- sino cómo pasar unas buenas navidades “al uso” sin paga extra que llevarnos al bolsillo.
Por supuesto que no es lo mismo si hay niños en nuestro radio de acción o no los hay, y habiéndolos si son tele-adictos-consumidores y van apuntando en una libretita todo lo que han visto anunciado y “culito veo, culito quiero”. Cada uno en su casa tendrá que recolectar lo que haya sembrado y los que sentaron a tiernos infantes delante de la caja tonta (para que les dejaran un ratito –de dos o tres horas- en paz) tendrán que apechugar ahora con las consecuencias; pero quienes mantengan más o menos limpio de “contaminación ambiental” su pequeño niño interior todavía podrán disfrutar del ambiente festivo de las fechas con un poco de genuina ilusión en la punta de los dedos.
Hablemos las cosas de antemano con los adultos que tengamos alrededor (y que tendrán iguales o parecidos problemas) y decidamos si queremos gastar estúpidamente (el problema no es cuánto gastar sino QUÉ COMPRAR) en otra colonia, otro foulard, otros pendientes, otra corbata, más accesorios que no sabemos dónde meter, más complementos absurdos y repetidos, sólo por darnos el gusto de abrir paquetes y rasgar papeles o si, por el contrario, prescindiríamos muy a gusto del gasto superfluo y no nos atrevemos a plantearlo.
Hablémoslo. ¿Nos hacemos regalos este año los adultos? ¿Sí? Pues establezcamos un límite dinerario; por ejemplo, todo lo que se pueda comprar por… ¿15€? ¿Tontería? Noooo… hagamos varios lindos paquetitos con pequeñas fruslerías y disfrutemos con la sorpresa. (*)
¿No? ¿No queremos hacernos regalos y romper el círculo vicioso de toda una vida? Pues tan felices y tan campantes.
O hagamos una lista de lo que REALMENTE “necesitamos”. Si me preguntan diré que “necesito”: libros (los que todavía no están en la biblioteca y me urge leer; o los que me place conservar en casa para disfrutarlos durante años –los de arte y viajes.
Pero ojo, no confundirse. Hay muchísimas personas que, no solamente tienen placer inmenso en intercambiar regalos sino que sus economías se lo permiten sin esfuerzo aparente. A ellos, vía libre por el carril de adelantamiento.
Los otros, (ese 99% del que formo parte), ese grupo inmenso que nos quejamos del excesivo consumismo y desenfrenado afán de gastar dinero, tenemos la oportunidad maravillosa de recapacitar, de elegir el camino correcto para nuestra tranquilidad interior y usar la coherencia sin freno alguno. Es decir: gastar única y exclusivamente lo que queramos, sin sentirnos ni coaccionados por la inercia del entorno ni por unas costumbres que nosotros mismos denigramos.
Si sabes dibujar, hazme un esbozo de mis ojos cuando están alegres, si juntas las palabras con amor, escríbeme tus sentires para que sea un poco más feliz. Cántame o susúrrame tu deseo; llévame a bailar o a pasear por el bosque, cocina para mí tu cariño con algo dulce o salado, dame mil abrazos sin papel de regalo, háblame de ti y de tus sueños, invéntame fantasías para cuando vuelva la luna llena, dime que me quieres aunque no sea festivo, mírame a los ojos en silencio…todos esos regalos sé apreciar yo.
Y a los niños, a esos niños que “ya tienen de todo” y que hemos malcriado estúpidamente para arrepentirnos durante toda una vida, no les compremos más cosas, más juguetes, más artículos de consumo. Aprovechemos para explicarles la diferencia que existe entre tener y poseer, entre codiciar y soñar, entre lo superfluo y lo importante. Aún estamos a tiempo de regalar cosas hermosas y sencillas que no funcionen a pilas ni se enchufen a ninguna red; aún estamos a tiempo de pergeñar sueños y fantasías con un libro en las rodillas y un brazo sobre los hombros. Juguemos con ellos en vez de dejarlos solos con sus juguetes. Ahora que tenemos más de cincuenta años y se nos acercan de nuevo los niños, démosles historias y cuentos, tiempo cálido y cariñoso, compañía acogedora, paseos de la mano… y les enseñaremos a querernos…sin gastar dinero tontamente.
Felices fiestas de Navidad para los cristianos. El resto, somos advenedizos aprovechados…
En fin.
LaAlquimista
Por si alguien quiere contactar:
apartirdeloscincuenta@gmail.com
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