No he querido mirar en Google cuánta distancia hay de tu ciudad a la mía. Aunque sé que son muchas horas de avión, no quiero pensar lo lejos que te despiertas cada mañana porque eso no me hace bien. Así que, buscando bálsamo para la lejanía de tus abrazos, desplazo cualquier pensamiento ausente de luz unos centímetros más abajo, quince o veinte para ser exactos, y sitúo todo lo relacionado contigo a la altura de mi corazón. Ahí te puedo sentir sin un océano que nos separe ni siete horas de diferencia.
Desde mi corazón descarto la nostalgia que me produce el recuerdo de tu ausencia porque es sólo alegría lo que me embarga de saber que estás bien, feliz, disfrutando de la vida. Desde mi corazón aparto las lágrimas que pugnan por salir cuando te veo nítidamente a mi lado, sonriendo con tu sonrisa inmensa y clara. La mente queda en la habitación de atrás, no la necesito ahora porque es más importante sentir que saber.
Estas fechas clavan dardos. Pesan quintales en el calendario y todos me preguntan por ti, con lo que el peso no se aligera precisamente. Y yo no sé explicarles que no tengo nostalgia, que no te echo en falta aunque sea Navidad y no vuelvas a casa, porque de “tu casa” nunca te has ido, o por lo menos yo no lo he sentido así.
¿Por qué sentirte lejos en fecha determinada? ¿Qué mecanismo mental se activa para producir dolor en los finales de un calendario? ¿Acaso no sé –no sabemos- que nuestro amor está ahí siempre, contra el viento de las fechas y la marea de lo cotidiano?
¡Mira que soy egoísta que tan sólo parece que soy yo la que se pone nostálgica! ¡Qué desliz no considerar que tú también nos vas a echar de menos, tú, que eres quien se fue tan lejos, con las alas de la vida por vivir…! Ahora me doy cuenta de que no puedo llorar para no contagiarte, ahora me doy cuenta de que no debo echarte de menos más allá del primer brindis que hagamos por ti, que quiero transmitirte alegría, fuerza, todo el amor y tanta luz como sea posible a través del maravilloso y mágico cordón de plata que nos ha unido ya para siempre…
¿Para qué ibas a volver a casa por Navidad si de tu hogar vital nunca te has ido? Brindaremos por ti con todo el amor del mundo, y contigo a nuestro lado. Siempre, hija mía.
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