martes, 2 de diciembre de 2014

¡Ya falta menos para Nochevieja!


 
*Post escrito en Diciembre 2012.


La verdad es que, durante años, cada vez que se iban acercando las fiestas navideñas se me iban poniendo los pelos y los nervios de punta. No por no ser religiosa –que no lo soy-, no por miedo al consumismo –que no me ataca-, sino por tener que aguantar hipocresías familiares. Sin embargo, este año, desde mediados de Octubre, ya estoy deseando que llegue el día 31 de Diciembre…

Ese día volveré a abrazar a mi hija mayor después de muchos meses de no poder hacerlo más que desde el corazón o la tecnología de Internet. Así que ya he empezado a tachar números en el calendario de la cocina, uno cada tres comidas y dos raciones de sueño.

¡Qué bonito es tener una ilusión, del tipo que sea! Contar los días que faltan para que el sueño esperado tome forma, olor, sonrisa, cuerpo que se estremece por el abrazo y la alegría…

A pesar de vivir el día a día sin sobresaltos aparentes, a pesar de estar dispuesta sin mayor preocupación a cambiar mis rutinas, a inventarme la vida, a crear oportunidades para intentar crecer, la verdad es que me gusta muchísimo hacer planes. Contar con que el año que viene voy a ir a Nueva York (por ejemplo) o que un próximo verano visitaré los fiordos noruegos. Vivir en mi mente el sueño de tener nietos y contarles cuentos y que me dé tiempo a fabricarles recuerdos amorosos de su infancia. Planificar en la imaginación la primera exposición de mi hija rubia o el momento en que me presentará al hombre de su vida…

Cada vez me siento menos a gusto junto a gente pragmática en exceso, de esa que no quiere hacer planes, ni comprometerse a nada, ni hacer siquiera pequeñas promesas de amor. Cada día estoy más a gusto con quienes todavía tienen capacidad para soñar aunque ya no vayan a cumplir cincuenta años porque los dejaron atrás con creces; y cada día valoro como un privilegio y un regalo contar con el cariño de personas mucho más jóvenes que yo –como mis hijas y gente de su generación- que me recuerdan que no hay que tirar la toalla jamás, sino mantener la ilusión puesta en un futuro que- aunque se vislumbre sombrío e incierto- llegará indefectiblemente y al que será mejor recibir con ilusión de zapatos de tacón sobre alfombra roja en vez de con los harapos grises del desencanto.

Y sin embargo, dejo que la vida fluya a través de mí, unas veces apuntando fechas en la agenda, otras saltando como un resorte cuando se me presenta una oportunidad que no estaba esperando, pero siempre deseando.

Este año sé con quién voy a tomar las uvas, que no serán únicamente de la suerte, sino las uvas del amor: con mis hijas y con el padre de mis futuros nietos. ¿Qué más puedo hacer sino agradecer las bendiciones recibidas en forma de ilusión?

En fin.

LaAlquimista

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