He pensado mucho en ti estos últimos días y no sé si me querrás todavía. No llega a quitarme el sueño tal perspectiva, pero en cada momento en que te recuerdo, me asalta este escalofrío de duda.
No somos de hacernos reproches, tú y yo, más bien de darnos en cada momento lo que nos sale de las entrañas; ora para bien ora para menos bien, impulsivos como somos. También adolecemos de mala memoria por lo que, cuando nos miramos no vemos más allá del momento presente, del instante compartido. Y no sé si eso es bueno o malo para una relación como la nuestra...
Me fui sin hacer alharacas hace ya dos semanas y no hemos hablado ni una sola vez; no te hace gracia el teléfono y eres bastante torpe con la tecnología: no te lo reprocho. Me conoces lo suficiente como para saber que no soporto las lágrimas de cocodrilo ni los mohínes tristes; la vida es un constante ir y venir para quienes, como yo, sienten en las tripas la constante inquietud de saber, conocer, curiosear por el mundo.
Cuando nos fuimos a vivir juntos ya te adelanté que preservaría mi independencia y mi libertad aunque procuraría ser generosa con mi cariño y mi tiempo, pero sin cadenas. Estoy ya muy mayor y tengo las alas llenas de parches de las caídas desde grandes alturas que me han deparado las historias de amor.
Tú callaste, en una aceptación que quise entender tácita, pero que ahora que vuelvo a casa, después de este viaje que he hecho sin ti, me asalta la duda de si me querrás todavía o me mostrarás la grupa cuando vaya a buscarte, sonriente, eso seguro y te silbe y te llame: “!mi perrito, ¿dónde está mi perrito?!”
En fin.
LaAlquimista
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