jueves, 10 de julio de 2014

Cadena de favores



Buscando alternativas posibles para sentir que mi vida tiene“muchos sentidos”, recalé hace algún tiempo en una asociación de viajeros llamada “The Hospitality Club”, donde cualquier persona de buena voluntad pone parte de su tiempo –y eventualmente su casa- a disposición de otros miembros del club que viajen a su país o su ciudad, ofreciéndose a hacer de cicerone, mostrar la ciudad o simplemente acompañar al viajero en tierra extraña. A la espera de hacer uso de las posibilidades que ofrece el hecho de que puedan alojarte, ayudarte, acompañarte en un viaje por una ciudad o país desconocido, posibilidad que utilizaré cuando me anime a viajar sola, sí estoy dispuesta a ayudar a quien venga a Donosti y me contacte a través de la página web del Club.

En este contexto, hace varias semanas recibí un e-mail desde Israel, de una mujer que decía viajaría al País Vasco y que a su paso por Donostia le gustaría conocerme y que le mostrara la ciudad y sus “sitios escondidos al turista”. Por supuesto que le contesté afirmativamente, aunque no me atreví a ofrecerle mi casa por esa prudencia atávica que todavía conservo en mi interior y que parece mentira que todavía siga vigente. (Cuando le conocí me arrepentí de no haberle ofrecido alojamiento). Pero bueno.

El caso es que el miércoles quedé con Eugenia; le cité en el reloj del Boulevard y le dije que me reconocería por el pelo y el perro. Pero fui yo quien supe que era ella, viéndola venir desde lejos, caminando con paso seguro y semblante feliz. ¿Por qué pensé que sería una chica joven o como mucho en la treintena? ¿Porque su voz al teléfono sonaba juvenil? Cual no sería mi sorpresa al encontrarme con una mujer de pelo blanco, en una esplendorosa sesentena, con fuerza en la mirada y paso firme…

¡Ah, qué experiencia, cuanto mejor nos va la vida en cuanto nos abrimos a ella y a lo que tiene que ofrecernos…!

Eugenia vive en un kibuttz al sur de Israel, está jubilada y divorciada, tiene cuatro hijos adultos y adora viajar; y pudiendo hacerlo, no se pone trabas a sí misma por no tener compañero de viaje. A través del Club mencionado, va contactando con personas de los diferentes lugares a visitar y siempre la acogen con gusto: bien para darle alojamiento o, como en mi caso, para mostrarle los lugares y poder hablar con gente autóctona, que es la única forma de enterarse un poco de la realidad de cada país.

Desde un kibbutz de Israel hasta el País Vasco con “amigos”en Getxo, Deba, Donostia, Iruña y Vitoria-Gasteiz. Un recorrido de doce días a unas costumbres, una geografía, un paisanaje que ella considera importante desentrañar. Habla perfectamente español puesto que tiene orígenes familiares de los que aprendió el idioma y en una semana ya le han enseñado cuatro cosas en Euskera, ha visitado una bodega de txakolí –al que se ha aficionado sin pensárselo dos veces- la han paseado por el Casco Viejo de Bilbao, invitado a una sociedad, recorrido la maravillosa costa vizcaína y escuchado lo que tenían que decirle los vascos que la han acogido.

Ella, a cambio, es generosa en su forma de corresponder –noblesse oblige- y viaja tranquila por el mundo porque mantiene su principio inamovible de confiar en el ser humano, a pesar de vivir en un país donde la realidad de un estado de guerra continuo debería haberle llevado a cuestionarse tal bondad…

Estuvimos por aquí y por allá, con un día que era un regalo de los dioses, para acabar la noche en un Hondarribia desierto y hermoso a la luz de un atardecer moroso y de color rojo Athletic. (Lástima, no pudo ser) Al día siguiente, después de una jornada de montes, playa y luz, una cena en mi casa donde le ofrezco algo desconocido para ella: un cogote de merluza que sella una nueva amistad.

Le he ofrecido unas horas de mi vida y a cambio ella me ha regalado una visión de Israel que no fui capaz de obtener en el viaje que hice a ese país hace un año. Es una magnífica cadena de favores que pienso seguir cuidando, sin romper ni un solo eslabón. Porque todo lo que se da, vuelve. Para bien o para mal.

En fin.

LaAlquimista

Por si alguien desea contactar:

apartirdeloscincuenta@gmail.com

Escrito en Julio 2012








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