martes, 15 de julio de 2014

Primera Comunión...¿primera mentira?



Uno de los valores que más intento integrar en mi vida es el de la coherencia, pero no me sale bien, me resulta muy difícil aunque a veces, unas pocas, lo consiga. Dicho esto, quede claro que no soy ejemplo de nada para nadie, sino observadora pertinaz de lo que acontece en el radio de acción que me compete.

Llega mayo florido y hermoso y las primeras comuniones vuelven a ponerse de moda indefectiblemente. Recuerdo la mía, un veintidós de mayo de mil novecientos sesenta; aquí al lado tengo un álbum blanco con desconchones nacarados en el que mi madre se empeñó que escribiera, con mi letra de seis años, seis, que “este es el día más feliz de mi vida”.Supongo que lo fue, me acuerdo poco, pero ese no es el tema.

Lo que sí recuerdo es que para hacer la Primera Comunión había que ir a la Catequesis, estudiar el Catecismo y saberse los Mandamientos diversos como los ríos de España en los colegios de la postguerra: al pie de la letra. También se hacía alguna que otra promesa o juramento leve en plan, “renuncio a Satanás a sus pompas y a sus obras y prometo firmemente.., etc.” Y recuerdo también –y me temo que esto no ha cambiado en absoluto- que se adquiría el compromiso por parte de los padres de los comulgantes de cumplir los preceptos de la Santa Madre Iglesia en cuanto a liturgias, misas y sacramentos varios.

Pero ahora –de hecho desde hace ya muchos años- aquí cada uno se salta a la torera lo que promete sin que el menor rubor le invada. Estoy hablando –ya se veía venir- de esas familias “cristianas” que no van a misa más que si les toca funeral o boda, pero que bautizan a sus retoños y al cabo de los años, les mandan a hacer la Primera Comunión como angelotes con su cruz de pacotilla a cuestas. Porque ahora se llega al sacramento de la comunión con “uso de razón” más que suficiente, es decir, con diez años casi y digo yo que las criaturas son perfectamente conscientes de que les están metiendo en la noria de la mentira únicamente para quedar bien ante la familia o en el colegio o grupo social.

Los que no son coherentes con sus creencias y comportamiento religioso lo transmiten a sus hijos sin darse cuenta de que están refrendando el engaño y la mentira –además de la incoherencia- entre lo que se dice que hay que hacer y lo que se hace de verdad. (También llamado hipocresía)

Después de un domingo fastuoso de trajes de princesa o de almirante, comilona tipo boda con familiares y amigos…¿cuántos volverán al domingo siguiente a cumplir con el compromiso que han adquirido de asistir al rito religioso semanal implícito?

Algunos dirán que son costumbres muy arraigadas y que nada tienen que ver con las creencias firmes y profundas del individuo, que no es más que “la forma” de mantener el histórico cuento de que España es un país católico–y el País Vasco ni te cuento, vaya-. Y yo digo que es un paso más hacia la hipocresía, la incoherencia y la contradicción.

¿Por qué enseñar a unos hijos a seguir unos mandatos que los padres mismos son especialistas en eludir?

Algunos se dan cuenta y cortan la cadena, tirando el eslabón sobrante al cubo de la basura. Esos son los coherentes y honrados. Como también lo son quienes aceptan un credo religioso, lo ponen en práctica y viven de acuerdo con sus principios.

Es demasiado fácil prometer hacer algo para quedar bien y luego… escurrir el bulto y hacer como si no pasara nada. Pues sí pasa. Y no hablo únicamente de cumplir preceptos religiosos sino de las promesas que hacemos…

En fin.

LaAlquimista

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Post escrito y publicado en Julio 2013

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