miércoles, 30 de julio de 2014

Curiosidades veraniegas. "El Homo Sapiens Sapiens en la playa"


Me gusta mucho la playa; me gusta tanto que tan sólo voy a disfrutarla cuando está desperezándose por la mañana o a punto de descansar de su intensa jornada al caer el sol. Es un placer sin igual recorrer un par de kilómetros arriba y otros tantos abajo con los pies en el agua, salpicando los sueños que me quedan con la espuma limpia, despejado el horizonte y la mirada y centrado espíritu y corazón en el placer de la contemplación del espacio amplio, solitario, fresco, virgen de nuevo como cada día. Somos pocos los madrugadores caminantes que sabemos elegir el único momento del día en que la inmensidad del azul nos pertenece, que practicamos el cotidiano ritual de saludar al nuevo día dejando que la belleza circundante nos limpie un poco por dentro.

Como hormigas con una desmesurada carga a cuestas van accediendo a la playa por los entresijos de caminos que a ella llevan; espectáculo sorprendente de equilibrio imposible y absurdo, aparecen a eso de las ocho y media de la mañana. Siempre son hombres y mayores los que cargan –a dos manos y en las espaldas o arrastrando carrito- tumbonas varias y toldos diversos. Van en línea recta sin levantar la mirada; tanto les da cómo esté la mar y el cuadro lleno de belleza circundante. Ellos tienen una misión: reservar sitio para su grupo en primera línea. Y avanzan desafiantes hasta la orilla, calculan la subida de la marea (mínima) y comienzan a plantar su bosque de parasoles, sillas y tumbonas. Son elementos viejos –de propaganda o herrumbrosos (no los vayan a robar). En menos de cinco minutos han dejado frente al mar, en primera fila preferencial, un bosque de hierro y caradura.

A la vuelta del largo paseo, cuando me zambullo en el mar que me llama irremisiblemente, si me alejo un poco de la orilla, diviso el extraño y horrible panorama que han plantado estas personas que cumplen con la labor social de reservar el mejor sitio en la playa desde el punto de la mañana para que, descansados y plácidos de desayuno, lleguen hacia las once los miembros de la tribu para la que han cumplido tan extraño y antisocial cometido.

De vez en cuando, alguien que accede a la playa “in person”, decide que tiene derecho al mejor sitio disponible y patea y tumba hamacas y sombrillas vacías para instalar su propio campamento. Nunca me he quedado a contemplar la batalla. A esas horas en que ellos vienen, yo ya no estoy.

En fin.

http://blogs.diariovasco.com/apartirdelos50

LaAlquimista

Por si alguien desea contactar:
apartirdeloscincuenta@gmail.com

Post escrito y publicado en Julio 2011 desde el Mediterráneo

No hay comentarios:

Publicar un comentario