lunes, 28 de julio de 2014

Pérdidas de tiempo




Decimos que el tiempo es oro y a veces lo menospreciamos vilmente dejándolo caer por huecos que llevan a ninguna parte o se esconden en penumbras absurdas. Pensamos que la vida hay que aprovecharla minuto a minuto, jugamos a ese “carpe diem” que no se sabe muy bien qué es pero que incita a vivir un poco más intensamente y, sin embargo, recurrentemente, como malos alumnos que piensan en las musarañas cuando la vida imparte sus lecciones, malgastamos ese bien tan preciado en situaciones que no valen prácticamente nada.

Le llamamos “distraerse” o “relajar el estrés”, pero en realidad lo que se hace es “desalimentar” nuestra mente y nuestro espíritu en una especie de retroceso de esos que no hay que dar ni para tomar impulso.

Y cada quien tiene su “estilo” en este afán de no centrarse, de no encarar la vida, de no agarrar el toro por los cuernos, dejándola pasar, día tras día, como si fuéramos a vivir eternamente, como si no formáramos parte de una “obsolescencia programada” también nosotros…

Pero no hablo únicamente de esas horas del día en que tenemos que reponernos del cansancio, la fatiga, los agobios y las preocupaciones, recurriendo a métodos tan poco ortodoxos como hacer zapping, hacer sudokus, crucigramas o chatear compulsivamente. Hablo también de ese encadenarse a situaciones hueras y vacías que pensamos van a llenar el hueco que se siente de continuo cuando no se centra uno en la vida en sí, cuando el cansancio perenne sigue molestando y se acuesta en la misma cama que la esperanza.

De poco sirve entonces aislarse, encerrarse en las paredes de cemento o de carne entre las que se malvive, de poco alivio es volver a estar con las mismas personas que lanzan su discurso cansino, aburrido y desesperanzador; no hay solución repitiendo cada día los mismos rutinarios errores. Todo esto es una absurda pérdida de tiempo.

Como mirar el sol naciendo un lunes por la mañana y creer en que las cosas se van a arreglar por sí solas, sin que tengamos que mover un dedo, como si la vida no tuviera nada que ver con nosotros y fuera un tren que corre hacia su destino sin que nada lo pueda parar. Los trenes se detienen cada cierto tiempo para que podamos subirnos a ellos hacia otro lugar, otra vida mejor que ésta, para que desciendan en nuestra estación otras personas que no saben que las estamos esperando y que se mueven porque no quieren perder el tiempo.

¡Qué gran pérdida de tiempo tantas relaciones que se mantienen con cansancio inmenso e infinito! Como si no supiéramos que sólo se empieza a vivir cuando se es verdaderamente libre… el resto no es más que una pérdida de tiempo.

En fin.

LaAlquimista

Por si alguien desea contactar:

apatirdeloscincuenta@gmail.com

Post escrito en Junio 2012



No hay comentarios:

Publicar un comentario