lunes, 14 de julio de 2014

¿Sabes diferenciar "precio" de "valor"?



Creo que estoy llegando a ser una experta en nanoeconomíay es porque me voy fijando en los pequeños detalles que, a fin de cuentas, es de lo que vivo rodeada ya mi pequeño mundo es eso: muy pequeño.

Hace un par de semanas pasé unos días de asueto, silencio y descanso en un bosque cercano a un pueblecito de las Landas de Gascogne, Aquitania, Francia. Un sitio donde “sólo” había UN pequeño colmado, UNA panadería/pastelería, UN carnicero y así hasta completar la gama básica de la subsistencia. La primera sorpresa la recibí cuando comprobé que el precio marcado en una baguette de pan (francés, qué duda cabe) costaba 40 cts. de euro. No me corté en absoluto de preguntarle a Monsieur le Boulanger cómo era posible que el precio fuera mucho más barato que en mi ciudad…a lo que, sonriendo, el hombre matizó mi pregunta para afinar su respuesta: “Una cosa es el precio del pan y otra cosa lo que realmente vale”.

Así que queda claro, meridianamente claro, que una barra de pan VALE unos céntimos, que su costo real no pasa de los pocos céntimos de euro, aunque luego le pongan un PRECIO de 1€ e incluso más, como en mi barrio donostiarra. Si el panadero del pueblecito gana dinero honradamente, no quiero saber el costo añadido que imputa el empresario del ramo a esa “baguette” de pan congelado que mete en un horno delante de la clientela para venderla a precio de jamón.

Por el contrario, estos últimos días se vendió en una subasta en Nueva York un cuadro del maestro Rothko (“Naranja, rojo, amarillo”) en 66,8 Millones de Euros = más de once mil millones de pesetas por si alguien no se aclara. Por cierto, un cuadro de una belleza emocionante. Un poco antes, una versión de “El grito” de Munch, alcanzó la friolera de 91 Millones de Euros. Un buen precio de mercado para los inversores de arte.

Mi concepto de la nanoeconomía se nutre de bucear en el conocimiento empírico. Comparo el maravilloso cogote de merluza, comprado en la pescadería de toda la vida, con un costo para mi bolsillo de 6€ (pagué por la mediana entera 18€ y el cogote no era más que la tercera parte) y los 45€ que figuraban en la carta de precios de un restaurante al borde del agua por el mismísimo plato de la tierra. (Eso sí, para dos personas) ¿Añadir alquiler, gastos estructurales, salarios del personal, impuestos y beneficios? Por supuesto, faltaría más. Pero las cuentas no salen; simplemente, a mí no me salen.

No salen para mi bolsillo cuando me pruebo unos pantalones–que me quedan perfectos- con un precio etiquetado de 19.95€, después de salir por piernas de una tienda de esas “de las buenas” donde un pantalón similar–que también me quedaba como un guante- llevaba una etiqueta colgando de 155,00€. ¿Uno es una porquería y el otro es mejor porque cuesta más? En absoluto.

Lo que pasa es que no sabemos diferenciar “precio”de “valor” y creemos que aquello por lo que pagamos un alto precio es más válido que aquello por lo que hemos de desembolsar menos dinero. Somos así de tontos muchas veces, demasiadas. Cierto es que el “valor añadido” es la firma, claro está. Como en el caso de Rothko o de Munch, salvando las distancias.

También con las personas suele suceder algo similar. Las hay que llevan pegada por la parte de atrás una etiqueta, bien visible, no ya con el precio, sino con “la marca”. Y se hacen de valer en función del precio que se ponen a sí mismas. Que, seguramente, no corresponde con lo que valen.

En fin.

LaAlquimista

Por si alguien desea contactar:

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Escrito en Julio 2012










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