sábado, 19 de julio de 2014

¿Por qué todavía tengo apegos?



Cuando no sé por dónde salir en una situación en la que me siento acorralada, hago el chiste y digo que “Doña Perfecta se murió hace mucho tiempo de aburrimiento” y así mi “atacante” se da por enterado de que me rindo, me rindo, que no me interesa la pelea…

Algo he mejorado porque antes, el siglo pasado por ejemplo, cuando me sentía acorralada, atacaba. Como los lobos más o menos. Ahora ya he conseguido que me importe menos tener razón, salirme con la mía o, simplemente, ganar una pequeña batalla con una victoria que, casi siempre, suele ser pírrica.

Pero todavía arrastro alguna rémora de esas que no se van ni con agua caliente. Yo les llamo apegos, una especie de dependencia emocional innecesaria que me hace estar demasiado pendiente de algo que me viene de fuera en vez de centrarme únicamente en lo que emana de mi interior.

Si fuera un apego mundano y superficial, qué fácil me resultaría desprenderme de él como quien combate una dependencia psicopatológica, dejar de fumar, por ejemplo, nunca nada me resultó menos traumático y doloroso. Pero cuando uno se autoconvence de que “necesita” a alguien porque esa persona solventa aunque de mala manera la carencia traumática que arrastramos –sabiéndolo o no- es como ponerse grilletes y tirar la llave al mar.

Nuestro cerebro reptiliano busca el cobijo mínimo y necesario para la supervivencia. Traducido a día de hoy, seguimos necesitando sentirnos “cobijados” por alguien que nos ofrezca protección. La familia quizás, la figura del padre o de la madre, casi siempre una pareja, marido o mujer en quien depositamos la difícil tarea de proveernos de aquello que no somos capaces de conseguir por nosotros mismos. Seguridad, cobijo, comida, tranquilidad. Y de ahí proviene el apego.

¡Qué terribles pueden llegar a ser! ¡Cuánto dolor inflingen a quien los siente y a quien está obligado a padecerlos como sujeto pasivo! ¿Qué me hace tener el convencimiento de que necesito vivir junto a una persona aunque esa persona no me haga feliz? ¿Por qué agarrarse con uñas y dientes a una situación puramente superficial sin afecto profundo? ¿Soy más feliz socialmente con una pareja a mi lado?

Poco a poco me voy apartando de esa línea terriblemente dolorosa que atraviesa el corazón para llegar hasta la mente donde encuentra la respuesta a la pregunta que me he resistido a formularme a mí misma.

¿Por qué todavía tengo apegos?

Porque estoy en el camino, porque soy mala alumna y no repaso las lecciones en casa, porque es más cómodo “copiar” en los exámenes que clavar los codos estudiando, porque le he dado valor a unos abrazos mendigados, no regalados con el corazón, sino con la falta de frescura de la rutina.

Por lo menos me doy cuenta de lo que estoy haciendo mal.

En fin.

LaAlquimista

Por si alguien desea contactar:

apartirdeloscincuenta@gmail.com

Post escrito y publicado en Julio 2012




No hay comentarios:

Publicar un comentario