domingo, 13 de julio de 2014

Intento no enfadarme, pero...




De verdad que intento no enfadarme cuando compruebo que alguien no entiende nada –porque es incapaz de entender, por cerrazón mental o falta de capacidad, y encima hace molinetes con la espada porque se ha sentido“ofendida” por un comentario mío. Esas personas que todo lo toman como suyo, que si hablas de lo difícil que es la amistad, te dicen: “pues tú más y peor” y si cuentas que vas a hacer un viaje te lanzan el: “claro tú que puedes y yo no”; esas personas, digo, me cansan tanto que tengo que hacer verdaderos esfuerzos para no enfadarme con ellas, ya que me resulta difícil evitarlas. Tan sólo me queda aplicar a rajatabla la “media hora de seguridad” para recordar que tengo que ser comprensiva con quien no tiene las mismas capacidades que yo.

Intento no enfadarme cuando voy por la calle y la persona que va delante deja caer al suelo el paquete vacío de cigarrillos y tragarme las ganas de recogerlo, avanzar dos pasos y decirle: “eh, que se te ha caído esto…” porque sé que le estaría agrediendo a través de la vergüenza ajena que siento y entonces pienso que la vida tiene cosas hermosas aunque en ese momento yo no sepa verlas.

Intento no enfadarme cuando veo a una anciana, en plena calle, intentando con el mango del paraguas arrancar un esqueje de un geranio de una ventana y le digo -“¿Quieres que te ayude?” y me contesta, -“ay, sí, sí, que quiero un trocito de ese geranio” y yo insisto, pero…-”¿te das cuenta de que le estás rompiendo la planta?” y la mujer porfía: -“ah, no pasa nada, tiene muchas más en la ventana” y me muerdo la lengua y me doy media vuelta porque con alguien así no hay ya nada que hacer, están perdidas para la causa irremediablemente, esas personas ancianas abusadoras, egoístas y asociales.

Pero cuando sí me enfado de verdad es cuando veo a un padre–casi siempre un padre, ya lo siento- gritando a un chavalín y dándole una bofetada en mitad de la calle, me pasó el otro día, ahí iban los tres, padre, madre e hijo dando la tabarra, pidiendo a gritos no sé qué la criatura y la madre, que te calles, que no seas pesado y el padre de repente hace ¡ZAS! y le arrea un sordabirón al chaval -de cinco o seis años-, no tendría más y yo me encaro al tipo y le digo: -“¿Cómo te atreves a pegar a una criatura?!” y el hombre me mira, va a contestar, la mujer lo agarra del brazo y siguen caminando, como si la cosa no fuera con ellos, arrastrando al crío que ahora sí que llora con ganas.

Cuando sí me enfado de verdad es cuando me encuentro con una señora en mitad del aparcamiento de debajo de mi casa, “guardando el sitio” a su marido que “ahora viene con el coche”. ¿Pero esto qué es, la selva? Y le digo, no, no, usted se quita ahora mismo de en medio a ver si le voy a atropellar y tenemos un disgusto y ella dice que nones, que ese sitio lo está guardando ella para su marido “que ahora mismo llega” y meto la primera en un amago de avance y la buena mujer se aparta y me da una patada en la puerta del coche y yo cuento hasta diez antes de salir y suelto un juramento con la puerta cerrada, porque como salga así la liamos. Y en esto que llega el marido en su Mercedes del año de la nana, renqueando el coche y…!le monta la bronca a la mujer por no haberle guardado el sitio…!

Y entre enfadarme y desenfadarme, entre aguantarme la rabia y dejarla salir libremente me paso parte de la vida… ¡ay quién fuera indiferente a la estupidez humana!

En fin.

LaAlquimista

Por si alguien desea contactar:

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Escrito en Julio 2012


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