Si hay un método infalible para sentirse más joven de lo que uno es, -o menos viejo, que todo es cuestión de perspectiva- es precisamente ver a alguien mucho mayor lleno de vitalidad y energía; aunque sea sentado en una silla… Como estaba ayer noche el “monstruo” B.B.King (The Street Blues Boy King"), en el formidable concierto que regaló a miles de personas el Jazzaldia en su sesión inaugural de la playa de La Zurriola.
Lo de ayer fue una cura de rejuvenecimiento para muchas personas que como yo, con más de cincuenta años, guardamos lo mejor que podemos las ganas de seguir sintiendo lo mismo –o parecido- que nos hizo vibrar hace treinta. (En el amor como en la música o por lo menos en el amor a la música)
Ayer noche me sentí transportada en el tiempo a otro concierto de este mismo músico que tuvo lugar en Donostia hace muchos lustros y al que asistí –fue en el Velódromo de Anoeta- rodeada de amigos, bocatas y porros.
Fue un flash-back inevitable. En la arena de la playa, lo suficientemente cerca del escenario para que los sentidos vibraran: vista y oído con el artista, su grupo y el espectáculo, tacto con los amigos al lado, gusto con el riquísimo bocata-especial-concierto y el olfato…ay, el olfato… qué razón tenía el señor de la magdalena…. menudo medio colocón (gratuito) aspirando los efluvios del fumeteo circundante.
Mi vista de búho (periférica para no perder detalle) hizo un recorrido exhaustivo: de mi edad, los menos. La juventud dominando –como debe ser, a ver quién va a pagar si no nuestras pensiones- como en los tiempos de antaño, bolsas con comida, cerveza a raudales y “la maría” que no pasa de moda, que sigue como estandarte de una buena parte de la gente joven. (Quizás de la mayoría, no he hecho una estadística)
¡Qué verdad es que la edad es cuestión de actitud ante la vida! ¡Cuán cierto que hay corazones viejos dentro de cuerpos jóvenes y espíritus que no envejecen sino que evolucionan amparados por una carrocería que se mantiene con dignidad!
Por el flanco derecho una cuadrilla de chicos en la treintena con quienes pegué la hebra, los aplausos y las cervezas; por el izquierdo mis amigas, unas "chicas" jóvenes y guapas que bailaban al son de la música y coreaban las canciones de toda la vida.
De madrugada, un poco antes de cerrar los ojos a la espera de la música del día siguiente, se me ocurrió pensar que no hace falta que te guste el jazz para darle a tu cuerpo y a tu espíritu una ración de elixir rejuvenecedor; basta con cantar a coro “When the saints go marching in”.
En fin.
LaAlquimista
http://www.youtube.com/watch?v=b-U95mbslok
http://blogs.diariovasco.com/apartirdelos50
Escrito y publicado en Julio 2011
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