viernes, 8 de agosto de 2014

¿Gorda yo...? ¡Eso no me lo dices en la calle!



Este invierno pasado he aumentado de peso un par de kilos, que sumados a los que agarré durante el verano más los que me traje de Mexico la última primavera dan un resultado –salvo error u omisión- de tres veces veinte más diez, (que dirían en algunos idiomas). Bueno, como soy más bien tirando a alta –según los parámetros de la postguerra- no anda mal la cosa; es decir, tengo de aquí y de allá y de todo un poco contando el buen humor y la pizca malvada.

El caso es que el otro día coincidí con una conocida tirando a amiga, de esas que no te ves más que de pascuas a ramos, pero que te paras en la calle para “dar el parte” en tres o cuatro minutos de obligado cumplimiento. Y va y me dice: “uy, chica, cómo has adelgazado desde la última vez que nos vimos…” y yo me puse la moviola y pensé que, no sé, igual me la encontré cuando iba a dar a luz a mi hija pequeña y se quedó con la copla de mi barrigota, así que puse cara de poker y enseguida me dí cuenta de porqué me decía aquello… ¡Porque ella había engordado una enormidad! Y claro, ante su comentario amable hacia mi persona, no me quedaba más remedio que decirle que “yo a ella la veía pero que muy bien”, aunque la verdad, estaba más que “de buen ver” de “mucho ver”, pero yo a una mujer que no sea mi enemiga no la llamo gorda ni loca.

Me contó de corrido que se había separado (novedad esperada durante casi diez años de verla cariacontecida) y que, al quedarse sola en casa–ya que los hijos mayores viven por su cuenta- le había dado por llenarse la barriga a la hora de la cena pues no tenía otra cosa que hacer como no fuera pelearse con el silencio. Al medio día no tenía problema porque come en el trabajo, se lleva el túper con algo de pasta o ensalada, pero a la noche…!ay las noches solitarias en el sofá demasiado grande frente a la tele!

Que si empezó con los yogures griegos con frutos secos, para luego pasarse a los pepinillos y aceitunas, para terminar de manera ominosa con todo tipo de galletas dulces y saladas, con o sin chocolate añadido. Un ejército invasor que destruye todo aquello que encuentra a su paso… Le conté mi truco para no cenar demasiado que es, simplemente, no cenar, pero como también me lo salto muchas veces no se me ocurría qué decirle para darle ánimos. ¿Un novio, un follamigo, clases de salsa y merengue?

¡Menudo problema, a los cincuenta y sin nada mejor que llevarse a la boca (nocturna) que carbohidratos chocolateados o fritos con sal marina! La tele creo que produce una sensación de vacío inmensa en el cerebro que va bajando de manera sibilina hasta la boca del estómago donde comienza a aporrear pidiendo con qué llenarlo, carnaza, por favor.

Un libro es lo mío cuando no tengo con quién compartir charla, pelea dialéctica o un tiempo sosegado, pero doy fe de que los libros también dan hambre. Si te los apoyas en el estómago van ejerciendo una presión incómoda que los fumadores llenan con el humo del tabaco y los que no fumamos no sabemos con qué llenar. Eso sin contar con la imaginación que suele hacer de las suyas cuando estás leyendo que los protagonistas van a cenar y el autor te describe el menú y te pone enferma de reacciones incontroladas, como el perro de Pávlov. Aunque si el libro es de amor y relata los pormenores de “los juegos de sábanas” también la hemos liado, porque todos sabemos que el chocolate es sustitutivo del sexo o aplacador de la libido, que me he fijado que en la caja del colmado de la esquina, muchos HOMBRES compran tabletas de chocolate negro 80% de cacao, jejeje, que les tengo pilladísimos…

El visionado nocturno de películas tiene un peligro mayor todavía: las palomitas de maíz engordan una enormidad, las bebidas con gas también y después de cenarte una pizza no suele ser bueno añadir nada más. Otro desastre doméstico/gastronómico.

Conclusión: que ahora me explico porqué están llenas las cafeterías donde dan todo tipo de bollitos dulces, salados, rellenos, crujientes, hojaldrados y cremosos. Que parece que somos un pueblo que pasamos hambre, aunque alguna carencia estaremos supliendo compensando con la ingesta excesiva de comida.

Ya me está apeteciendo picar algo… si es que no se puede ser tan sugestionable…

Por cierto, compañera antigua de colegio; si me lees no te ofendas ni te des por aludida. Yo te vi genial, de verdad, que más vale ser“gorda feliz” que “modelo desgraciada”.

En fin.

LaAlquimista

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*Post escrito y publicado en Julio 2013


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