Todos sabemos lo que son los productos tóxicos; son los que contienen una cosa llamada VENENO y que, en consecuencia, hay que utilizar con pinzas cuando no queda otro remedio que usarlos. Suelen ser necesarios para erradicar un mal mayor, como los limpiadores y ciertos medicamentos. Luego están las drogas permitidas y legales (como alcohol y tabaco) y las otras, las que lo destruyen todo directamente. ¿Quién necesita aleccionarse en contra de tanto producto tóxico si ya está todo dicho al respecto?
Una relación tóxica es aquella que nos envenena de a poquitos. Una relación tóxica es la que mantenemos con personas que no nos quieren y de las que no terminamos de separarnos. Puede ser cualquiera, no hace falta mirar dentro de la pareja necesariamente, porque las personas tóxicas no siempre se casan o no siempre tienen hijos y además casi nunca tienen muchos amigos.
El problema es cuando estamos ahí, en medio de una relación que se ha ido envenenando con el paso del tiempo y de la que cuesta muchísimo salir, casi siempre por miedo a hacer daño o a perder algo que hemos considerado valioso para nosotros.
Pero ocurre como con las cajetillas de tabaco; que por mucho que ponga avisos de peligro, los fumadores siguen haciendo caso omiso. También hay personas que llevan en su rostro el cartelito invisible que pone “Puedo matar” o “Soy seriamente perjudicial para tu salud” y, no nos engañemos, o vemos o lo intuimos, pero seguimos estando ahí, a su lado.
La mayoría de las veces son personas infelices que, como no saben manejar sus carencias y desprenderse de ellas, se dedican a proyectar hacia los demás lo que sienten por dentro. Y si lo que proyectan no es bueno sino malo, es imposible dejar de percibirlo y que nos afecte.
Ocurre pues que se sigue tratando a alguien así por una especie de cariño, en el sentido de que nos da pena ver que esa persona no tiene a nadie más que a nosotros (error estúpido por nuestra parte) o creer equivocadamente que valen de algo restos de relaciones pasadas, brasas escondidas o, simplemente, recuerdos en común. Pero nada de esto es cierto, son nuestros propios miedos a enfrentarnos con quien no nos hace ningún bien aunque de vez en cuando tengamos que intoxicarnos un rato con su presencia. Pensamos,“bueno, ya he cumplido, hasta la próxima” y así, poco a poco, vamos permitiendo que se inocule SU veneno en nuestra alma hasta que creemos estar vacunados… y seamos como no queremos ser.
Afortunadamente, la vida nos pone a todos en nuestro sitio sin remisión y nos envía avisos incuestionables que nos obligan a tomar decisiones que estaban larvadas en nuestro interior, aunque no nos atreviéramos a dar el paso definitivo.
Y cuando ocurre la catarsis, el disgusto, la pelea o todo salta por los aires…hay que aprovechar y echar a correr en dirección contraria y alejarse definitivamente de ese veneno que hemos mantenido junto a nosotros. Hay que atreverse a ROMPER definitivamente la relación, por propia dignidad y por preservar nuestra autoestima.
La responsabilidad de mantener una relación tóxica no es de la otra persona, sino nuestra únicamente.
LaAlquimista
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