“La mañana comenzó igual que todos los días, a las ocho y media galletas con colacao. El sueño no dormido se arrastraba a lo largo del pasillo prendido del bajo del camisón, retumbando en la cabeza como el anuncio que se escuchaba en la radio –conectada desde primera hora de la mañana-; el negrito del anuncio amasaba cacao en la marejadilla de mi estómago.
La pequeña conciencia del pecado cometido comenzaba a desenroscarse alrededor de mis tripas, llegaba el escalofrío que amparaba el delito, el cielo, en fin, iba a derrumbarse sobre mi cabeza. Pronto se darían cuenta, en unas pocas horas, quizás al cabo de minutos nada más, caería sobre mi cabeza el grito, uno y grande y después, la confesión: cómo lo hice, cómo me atreví, de dónde saqué el dinero, de dónde la falta de vergüenza.
Y además, lloviendo. O casi. Porque nos habíamos acostumbrado a que el sirimiri no era llover, cuatro gotas apenas, por tan poco no valía la pena sacar el paraguas, no sería lluvia pero a tampoco podías ir a la playa, la mañana se extendía gris y amenazante delante de mis catorce años.
A falta de nada mejor que hacer que esperar lo inevitable –los gritos, las bofetadas, el castigo- me encerré en mi cuarto todavía nocturno, sin ventilar, acogedor. Tenía ganas de escribirlo en mi diario, como desahogo confidencial, pero recordaba a mi amiga del alma llorando histéricamente porque había descubierto que su madre se lo leía a sus espaldas y me entró pánico de que a mí me pudiera ocurrir lo mismo. Aunque bien pensado…
"Querido diario: ayer era el segundo día de la Semana Grande y como la víspera, tampoco salí a la calle porque estoy castigada por haber dejado dos para septiembre, pero me llamó Mari Pili y me contó que salieron todas –Maite, Loly, Pepi y ella- y se encontraron con los chicos de la cuadrilla (dice que me echaron de menos pero yo no le creo), que se fueron al circo todos juntos y lo pasaron de miedo, y luego se compraron una docena de churros cada una y se fueron a las ferias, a los autos de choque que el que los cuida les pone ojitos y les regaló varios viajes gratis; y luego subieron en la noria dos veces hasta que Maite se mareó y casi lo vomita todo desde arriba, pero luego se le pasó. Y también compraron boletos de la tómbola que habían puesto en el Paseo de los Fueros, que se pegaron un susto de muerte porque la tía de Loly estaba vendiendo boletos y repartiendo premios y si les llega a ver gastando dinero… que a ver de dónde lo habían sacado y eso, porque claro, la paga que les dan es muy pequeña y tienen que sisar del monedero de sus madres para poder divertirse un poco, que para eso es Semana Grande.
Y después de cenar pronto les dejaron salir a todas juntas a ver el Concurso de Fuegos Artificiales que es una maravilla según me han dicho, pero yo estoy castigada y no puedo salir en todo el verano, hasta que me examine en Septiembre que me han quedado Formación del Espíritu Nacional y Labores del Hogar, qué le voy a hacer si no me gusta coser y lo de estudiar “política” me parece un rollo enorme.
Querido diario, yo ayer me quedé en mi cuarto encerrada estudiando y pensando en lo bien que se lo estarían pasando mis amigas y ahora voy a ponerme a estudiar otra vez porque quiero aprobarlo todo para poder ir de vacaciones con mis padres y mis hermanos, que se va toda la familia a Benidorm a partir del día 15 y si no puedo ir con ellos me muero seguro.” Escrito en San Sebastián, a dieciséis de Agosto de 1969."
En fin.
La pequeña conciencia del pecado cometido comenzaba a desenroscarse alrededor de mis tripas, llegaba el escalofrío que amparaba el delito, el cielo, en fin, iba a derrumbarse sobre mi cabeza. Pronto se darían cuenta, en unas pocas horas, quizás al cabo de minutos nada más, caería sobre mi cabeza el grito, uno y grande y después, la confesión: cómo lo hice, cómo me atreví, de dónde saqué el dinero, de dónde la falta de vergüenza.
Y además, lloviendo. O casi. Porque nos habíamos acostumbrado a que el sirimiri no era llover, cuatro gotas apenas, por tan poco no valía la pena sacar el paraguas, no sería lluvia pero a tampoco podías ir a la playa, la mañana se extendía gris y amenazante delante de mis catorce años.
A falta de nada mejor que hacer que esperar lo inevitable –los gritos, las bofetadas, el castigo- me encerré en mi cuarto todavía nocturno, sin ventilar, acogedor. Tenía ganas de escribirlo en mi diario, como desahogo confidencial, pero recordaba a mi amiga del alma llorando histéricamente porque había descubierto que su madre se lo leía a sus espaldas y me entró pánico de que a mí me pudiera ocurrir lo mismo. Aunque bien pensado…
"Querido diario: ayer era el segundo día de la Semana Grande y como la víspera, tampoco salí a la calle porque estoy castigada por haber dejado dos para septiembre, pero me llamó Mari Pili y me contó que salieron todas –Maite, Loly, Pepi y ella- y se encontraron con los chicos de la cuadrilla (dice que me echaron de menos pero yo no le creo), que se fueron al circo todos juntos y lo pasaron de miedo, y luego se compraron una docena de churros cada una y se fueron a las ferias, a los autos de choque que el que los cuida les pone ojitos y les regaló varios viajes gratis; y luego subieron en la noria dos veces hasta que Maite se mareó y casi lo vomita todo desde arriba, pero luego se le pasó. Y también compraron boletos de la tómbola que habían puesto en el Paseo de los Fueros, que se pegaron un susto de muerte porque la tía de Loly estaba vendiendo boletos y repartiendo premios y si les llega a ver gastando dinero… que a ver de dónde lo habían sacado y eso, porque claro, la paga que les dan es muy pequeña y tienen que sisar del monedero de sus madres para poder divertirse un poco, que para eso es Semana Grande.
Y después de cenar pronto les dejaron salir a todas juntas a ver el Concurso de Fuegos Artificiales que es una maravilla según me han dicho, pero yo estoy castigada y no puedo salir en todo el verano, hasta que me examine en Septiembre que me han quedado Formación del Espíritu Nacional y Labores del Hogar, qué le voy a hacer si no me gusta coser y lo de estudiar “política” me parece un rollo enorme.
Querido diario, yo ayer me quedé en mi cuarto encerrada estudiando y pensando en lo bien que se lo estarían pasando mis amigas y ahora voy a ponerme a estudiar otra vez porque quiero aprobarlo todo para poder ir de vacaciones con mis padres y mis hermanos, que se va toda la familia a Benidorm a partir del día 15 y si no puedo ir con ellos me muero seguro.” Escrito en San Sebastián, a dieciséis de Agosto de 1969."
En fin.
LaAlquimista
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