viernes, 10 de julio de 2020

BITÁCORA ESTIVAL "Ahogándonos bajo la mascarilla"

Día 19.- (9 de Julio) 
Buscando una playa menos concurrida y más bonita hemos hecho unos pocos kilómetros hacia el sur donde yo recordaba habían “fabricado” una serie de calitas recoletas provistas de sombrillas de imitación caribeña. Mucho sitio y poca gente, pero nuestro gozo en un pozo al descubrir el agua de una condición rayana en lo inmundo: plásticos y detritos diversos mezclados con las algas autóctonas y los peces del lugar. lugar. Para rizar el rizo el cielo se ha cubierto de nubes y una fría ventolera tipo “playa impracticable” nos ha hecho recoger los bártulos. Hemos aceptado la lección con humildad y decidido no enfadarnos por lo imprevisible de los elementos y la mala operativa del servicio de limpieza del ayuntamiento pertinente y nos hemos ido a comprar un puñado de muergos (navajas), que la rubia tenía antojo de cosas que no hay por allá arriba. El mejor plan es no tener plan, nos apañamos muy bien mi hija y yo además de que aprendo de ella que la versatilidad no tiene por qué ser un defecto. Lo que sí debe de ser un defecto por mi parte es el hecho de que si tengo la oportunidad de perderme por carreteras desconocidas no la desaprovecho jamás, lo que me proporciona pequeñas experiencias de hacer turismo cerca de casa perdiéndome entre carteles que lo indican todo menos el camino que yo necesito recuperar. Creo que también en la vida me está ocurriendo algo parecido, pero ya no me pongo histérica; miro si tengo “gasolina” suficiente y sigo para adelante; a algún sitio llegaré. Hay mosquitos en el jardín a todas horas, no únicamente al atardecer, por lo que las sesiones de lectura relajada han dejado de tener sentido para alguien tan poco masoquista como yo. Al tener compañía valoro los paseos de otra manera, me gusta un poco de charla después de dos semanas de mucho silencio, cuando se vaya la rubia me adaptaré de nuevo a la soledad del momento con gusto. La gente en el pueblo anda dando vueltas como hormigas a las que les han echado agua en el hormiguero: todo el mundo con mascaretas colgado de la oreja izquierda, enganchadas con la nariz al aire o sujetando la papada. Algunos, los menos, la llevan como dios manda por aquello de que han amenazado con multas sabrosonas si no cumples las normas. Las normas. ¿Quién dijo que estaban para saltárselas? Cambio de planes y rumbo a casa que la terraza es privada y los espárragos verdes, paté de garbanzos y el guacamole también. Y el vermú de Reus que es la gloria catalana después del pa’tumaca. Lo mejor, con todo, la compañía de la rubia. Felices los felices. Fotografía: Si quiero quitarme la mascarilla tan solo tengo que sentarme a gastar dinero en una terraza. Poderoso caballero...

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