lunes, 27 de julio de 2020

Mediterráneo sin ti

Este es el primer año en casi una década que no me has acompañado en mi periplo anual a “mi otro mar”. Qué gran verdad es que el ser humano se acostumbra sin mayor esfuerzo a todo aquello que le es grato, cómodo y placentero. Tu compañía la he dado tan por supuesta que tomar conciencia de que ya no vas a estar más a mi lado en vacaciones ni en ninguna otra época del año es una bofetada emocional que me está costando digerir.
Y mira que yo siempre soy la que habla de apegos y desapegos, que hay que vivir el momento presente y dar gracias por lo que se tiene en vez de condolerse por lo que creo que falta…y ya ves, aquí me tienes después de más de un mes respirando Mediterráneo y no ha pasado ni un solo día sin que te echara de menos.
A veces los afectos se quedan “interruptus”, con esa sensación culpable de que se podía haber hecho mucho más, haber pronunciado más palabras, regalado más abrazos, compartido más sonrisas y sueños; es un tópico, a quién no le ha pasado alguna vez, eso de tomar conciencia de lo profundo de un afecto cuando ya éste ha tomado el camino del adiós.
Tú ya me venías avisando –aunque sin palabras- de que las ilusiones se troncarían y que no nos quedaba demasiado tiempo juntos y yo… en mi egoísmo e inconsciencia a veces lo comprendía y otras, las más, cruzaba los dedos y ponía una vela imaginaria para que no me dejaras. Qué imbécil fui.
En Septiembre del año pasado, cuando volvíamos de regreso a casa después de unas vacaciones tardías en el Mediterráneo, tu pertinaz silencio durante todo el viaje, tu indiferencia –o así lo interpreté- a mis palabras amables o a la música que hacía sonar para amortiguar el sonido del motor del auto, me clavaron la puntilla de todo aquello que no había querido ver ni aceptar esperando ese milagro que todos los que amamos hemos necesitado alguna vez.
En Donosti me lo dijo bien claro una buena amiga en cuanto nos vio juntos por la calle, que se notaba que aquello ya no funcionaba más y que debía afrontar la situación sacando de mi interior esa supuesta valentía con la que me he llenado la boca durante tantos lustros de mi vida adulta.
Tomar decisiones que rompen el corazón… ¡A quién le convienen!
Este es el primer año en casi una década que no me has acompañado en mi periplo anual a “mi otro mar”. Algunas noches me he despertado soñando que sentía tu respiración en la habitación y no han sido pocas las tristes sorpresas de abrir la puerta de casa y no encontrarte al otro lado, esperándome, moviendo la cola y mirándome con tus ojitos bonitos llenos de amor.
Cómo te añoro, mi querido perrillo guapo, mi precioso Elur, no has de morir jamás porque en mi recuerdo seguirás vivo y eso es todo lo que necesitan los que “se van”, que alguien los recuerde con emoción, afecto y agradecimiento por todo lo que nos regalaron.
Se me escapan las lágrimas al revivir tantos momentos en los que fuimos felices tú y yo y Amanda y todos aquellos que te quisieron y te trataron reconociendo en tu interior una verdadera alma llena de sentimiento y amor.
Mira que era guapo mi perrillo Elur… 
Felices los felices.
LaAlquimista
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