domingo, 19 de julio de 2020

BITÁCORA ESTIVAL. "No saber es peligroso"




Día 28.- (18 de Julio) 
Hoy tocaba limpieza y toda la parafernalia que conlleva lograr sentirse a gusto en un lugar limpio y oliendo a nada, (una vez me dijo un novio una frase de oro: “qué bien huelen las mujeres que no huelen a ná” –era sevillano, qué tiempo tan feliz Antonio); bueno, a lo que iba que se me va la pinza con esta memoria gloriosa que tengo para acordarme (casi) únicamente de lo que me pone contenta… decía que he arreado con escobón y fregona en casa ajena y creo que la he liado con los productos, que había tantísimos que al final acabo como cuando hago lentejas, echándoles de todo. La lavadora es mi asignatura pendiente, qué parte “masculina” tengo –me apropio del chiste, ya lo siento-, que si no hay instrucciones o pegatinas o letreros tan solo soy capaz de darle a todos los botones a ver si se enciende alguno, meter la ropa dentro junto con una de esas capsulitas que parecen blandiblú y llevan dentro jabón, cruzar los dedos y que sea lo que Dios quiera. Así nos hemos tirado hora y media –la lavadora y yo- mirándonos dar vueltas,  ella fabricando espuma mientras yo casi la echo por la boca. ¡Acaba de una vez, maldito aparato! Cuando he sacado la ropa estaba ARDIENDO, vamos como si fuera la colada de un alto horno, menos mal que solo había sábanas y toallas blancas que si no la lío parda. Y es que, para mí, las lavadoras son como las personas, que no sé por dónde van a salir y como no nacemos con un manual de instrucciones bajo el brazo, pues voy aprendiendo a trompicones, a veces preguntando, otras tomando nota. Y hoy es el día, a mi provecta edad, que todavía no acabo de cogerle el tranquillo a algunas personas que se enfadan porque yo me enfado o que me reprochan que les hago reproches. ¡Vaya lío! ¡Qué peligroso es no “saber”! Al final, me he vuelto loca buscando las pinzas de la ropa (imposible encontrarlas, he deducido que no había) y he tenido que extender las sábanas en la barandilla de la terraza cruzando los dedos para que Eolo no me dejara sin ropa de cama. Hacemos las cosas medio bien tirando a mal, chapuzas domésticas y personales…la vida nos da cuartelillo…hasta que se aburre de nuestras meteduras de pata y nos deja por imposibles. Ahí estamos tantos, encallados en ideas caducas y tratando de lidiar con lavadoras viejas que solo tienen un programa de lavado a 60º… Hoy he comido ligero –una ensalada de berros, granada, nueces  y pasas- en previsión de los excesos nocturnos en un restaurante marinero de los pocos auténticos que quedan en esta zona. Producto de la mar y fideuá artesanal hecha con mucho cariño. Para la tertulia, desesperados hemos estado buscando una terraza donde hubiera distancia entre mesas sin la gente apelotonada: nos ha costado, pero al final ha habido suerte. Casi las dos de la mañana y todos felices bebiendo mojitos o similar con las mascarillas sujetando la papada. Ya en casa, he rezado mis oraciones de antes de dormir en el jardín, en la semioscuridad, en silencio por fuera y por dentro. Me siento “culpable” por haber socializado a pesar de que la distancia era notable entre las mesas del restaurante. Me confesaré mañana y procuraré no volverlo a hacer, pero necesito ir preparándome para la que se nos avecina. No saber es muy peligroso, pero esta vez SABEMOS más que de sobra, no hay excusas. Felices los felices. Fotografía: Con y sin, la moda de este verano.

No hay comentarios:

Publicar un comentario