martes, 7 de julio de 2020

BITÁCORA ESTIVAL. Día 16

He aprendido a estar junto a las personas sin estar pegada a ellas; respetar espacios, que no se estorben los pequeños placeres individuales, tolerar a quien te tolera y mimar a quien te mima. El domingo cené y bebí en exceso, hacía tiempo que no me tocaba una así, y qué bueno saber que se puede, que se quiere, que –incluso- se deben estirar los límites porque la rigidez, aparte de aburrida, produce colesterol del malo. (Esto me lo acabo de inventar, pero , pero a que ha quedado bien…) El lunes por la mañana la playa exudaba aire del desierto, parecía que incluso el agua del mar estaba caldosa; voy vigilando en mis paseos el índice UV –los ultravioletas nos matarán a todos si antes no morimos de otras cosas y esto no me lo invento– y en cuanto llega al 2 en la aplicación del móvil recojo los bártulos y me marcho al frescor y la sombra de la terraza. Sé que darle en ofrenda el cuerpo al “dios sol” acaba en carcinoma sí o sí, así que no estoy por la labor. “La rubia” ha disfrutado hoy de su primer baño del año en el mar, ¡hay que venirse desde Alemania para eso!, bueno y para algo más también ha venido, qué duda cabe. Los vecinos de Lleida tuvieron que irse a toda prisa, a (re)confinarse en sus casas de nuevo, no sé si escarmentaremos en cabeza ajena pero creo que nos la estamos jugando como a la ruleta rusa. Lo veo en los bares y restaurantes, aglomerados todos aunque lleven la mascarilla adornando la papada, qué tontería es esa de llevarla colgando de una oreja o por debajo de la nariz, estamos todos desorientados, se nota muchísimo. Una “fragoneta” estropea el silencio de la tarde lanzando mensajes para “tapizar toda clase de sillones”, no entiendo esto tampoco, ¿alguien que esté de vacaciones en un apartamento de alquiler va a querer cambiar la goma-espuma del sofá de la sala-comedor-cocina? Quizás esto haga juego con nuestra actitud frente a la Covid-19, que nos lo pasamos todo por el arco de triunfo con una alegría surrealista o una inconsciencia subhumana, no sé. La rubia lee “El lobo estepario” y yo un divertimento de Eduardo Mendoza; estamos tranquilas en el jardín cada una en su mundo literario. Al caer la tarde nos acercamos al borde del mar “a donde los mojitos” que antes de cenar bien está darse un pequeño placer. Hoy hemos hecho día vegetariano a tope (la yerbabuena del mojito también cuenta) y después de una cena con cosas sanas, sin procesar y a pesar de todo, sabrosas, hemos disertado sobre lo divino y lo humano hasta que el sueño ha aparecido detrás de las pestañas. ¿Mañana? Un buen día también compartiendo. La vie est belle! (Y felices los felices)Fotografía: Cecilia y mojito y el mar en el reflejo de las gafas)

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