miércoles, 22 de julio de 2020

BITÁCORA ESTIVAL. "De parto"

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(21 de Julio).-
Hoy estamos de celebración mi hija Amanda y yo. Ella porque conmemora la fecha de su venida al mundo y yo porque recuerdo el buen trabajo que hice a la una y media de la madrugada… y los treinta años siguientes, que se dice pronto. Me siento orgullosa de haber parido dos hijas excepcionales (que han roto muchos moldes, por eso digo lo de la excepción). No son ricas ni famosas (todavía) pero tienen afán de aprender de los errores propios (los suyos) y los ajenos (los míos) además de contar en su haber los mejores “valores” que existen aunque no se coticen en el mercado. El baño matutino ha sido para ellas que tanto aman el mar; el café y la ensaimada a la plancha de después, también dedicado. Y el tartar de salmón con aguacate y tomate de la comida lo he hecho pensando en mi rubia cumpleañera que está lejos de casa pero con su gran amor al lado: va a ser un buen cumpleaños aunque (o quizás gracias a ello) estén trabajando. En Viena, que se dice pronto. He hablado con ella cinco veces: por whatsapp, por teléfono, por video-conferencia, por facetime y por Facebook e Instagram. Más no se puede y mejor, imposible. Bendita tecnología. Los besos y los abrazos están todavía calentitos de hace unos días, cuando estuvimos juntas compartiendo horas intensas y extensas en este amado Mediterráneo, recargando la batería para momentos como este, para que llegue un cumpleaños y no añoremos nada porque lo esencial está guardado en el corazón como oro en paño. Todo el día he estado cantarina, hasta me he pegado unos bailables en el salón al ritmo de radio-hit. Hoy he dejado descansar los pinceles y le he sacado chispas al teclado del pc: me ha apetecido hacer aflorar las sensaciones acumuladas estas semanas de “pre-confinación-veraniega”. Me hace bien escribir; quiero decir que me es beneficioso poner palabras a las emociones, que no se queden difuminadas en una laguna donde se mezclan las algas y los nenúfares, los peces de colores y los cangrejos invasores. Voy guardando en “cajitas de colores” las pequeñas vivencias cotidianas –las “cajitas” son archivos de Word, yo ya me entiendo- ahí va quedando el resumen de mi vida para cuando ya ni me acuerde de la mitad y tenga que bajar de “la nube” lo que me hizo feliz y lo que me obligó a llorar. Por cierto que el significado de “estar en una nube” habrá que cambiarlo por imperativo cibernético. Por la noche he invitado a mi hermana y mi cuñado a compartir una cenita de celebración porque hoy también es mi día, las madres debemos celebrar el cumpleaños de los hijos tanto como ellos, faltaría más, que el curro nos lo hemos llevado nosotras durante nueve meses y la “traca final”. Hoy sí que he cocinado, pero la ocasión lo merecía. Las copas en alto han estado (muchas veces) a tu salud, rubia mía, Amanda de mi corazón y de mis entretelas. Felices los felices. Fotografía: madre e hija.

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