viernes, 24 de julio de 2020

BITÁCORA ESTIVAL.- "Caracoles picantes"

Día 32.- (22 de Julio)
Ha vuelto a llover esta noche esa agua sucia que es como si las nubes vomitaran todo lo que los humanos les hemos hecho tragar con nuestra desconsideración. Es algo que tan sólo he padecido aquí, me resulta curioso a la vez de repugnante, aunque veo que nadie le da importancia; se han acostumbrado, digo yo. Lo bueno es que la gente no va a la playa cuando está nublado y es una oportunidad para darle caña a los bastones que no quiero desaprovechar. Con el ejercicio físico me pasa como con la comida y algunas personas: que todo me entra por los ojos y no calculo bien mi resistencia. Me pongo tan contenta que se me olvidan los lustros que tiene que arrastrar cada una de mis piernas –o mi corazón- y no llego a la meta (a “mi” meta), me desfondo antes y tengo que tirar la toalla –en este caso los bastones-y la ilusión. Menos mal que debajo de la ropa de deporte me he puesto la ropa de baño y no como la última vez que me tuve que meter al mar de cualquier manera; un baño fresco, con olas y peces dando saltos y bastantes algas que, lejos de darme repelús, me dan la sensación de caricias acuáticas y no seré yo quien se resista a ese contacto físico ahora que no nos tocamos los humanos ni con un palo. Que ese es otro tema, que una cosa es el coronavirus y otra muy distinta el anquilosamiento del corazón y la atrofia de las hormonas, que vamos a acabar mal sin roce, sin besos, sin rien de rien. (Mejor no sigo por aquí que luego me llegan emails con ofertas extravagantes). Me quedan pocos días aquí, hasta el domingo que es el mejor día para conducir porque hay menos camiones y más carretera libre. Apenas tengo comida en el frigo, he calculado bien esta vez, pero no puedo ni quiero salir a comer por ahí, los chiringuitos están petados y a la gente le da lo mismo tener que estar chupando gambas con la sepia del vecino asomando los tentáculos por la esquina de la mesa; hay un bar de pueblo por aquí cerca donde cada día cocinan una olla de algo y eso es lo único que hay; a ver si tengo suerte y me toca fideuá o sepia con patatas o caracoles picantes. Y acabar la botella de cava con la que brindamos ayer noche por mi rubia favorita. Hoy he tenido el móvil en silencio todo el día, tengo que empaparme de ausencia de ruido antes de volver a “mi mar” donde vivo entre el ladrillo, los bocinazos y la tele de los vecinos. Entre el jardín y la terraza he terminado el día y con el triple CD de Nino Bravo que me ha traído mi hermana del mercadillo. Y Había caracoles. Felices los felices. Fotografía: escenas bucólicas sin sol y caracoles.

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