jueves, 9 de julio de 2020

BITÁCORA ESTIVAL.- (Rollito madre&hija)

Hoy hemos criado legañas y nos hemos levantado tarde; tarde según mis parámetros, claro está, y hemos cambiado la playa matutina por visita al mercadillo para desayunar allí tranquilamente, comprar más verdura y un melón de esos que parecen caramelo y dar una vuelta fresquita por las callejuelas del pueblo viejo, el auténtico, el que se aparta con desdén de los apartamentos a pie de playa porque no quiere contaminarse. Hemos encontrado una bodega de las de antes y comprado un litro de vermú de Reus a granel: otra delicia de dioses de la que no hacen publicidad, ni falta que hace. Al filo del mediodía partimos peras: la rubia a la playa a ligar bronce y yo al jardín a oler la hierba recién cortada. Hemos comido juntas ya que es un rato bonito para compartir, mientras abrimos la boca se nos airea la lengua y somos charlatanas; luego nos invade ese sopor como de anestesia general de los estómagos satisfechos que se remata con un buen té fresquito para reincorporarse al carril de circulación rápida de la tarde. A partir de mañana mascarilla sí o sí que estamos en Catalunya y no está la cosa para bromas. El resto de la semana no vamos a hacer vida social (ni queremos); somos muy conscientes de que quizás únicamente nos salve la prudencia. Mi hija milenial roza el borde del discurso del miedo: lo siente por mí, me ve mayor, teme que me ocurra algo, ha dado la vuelta la tortilla y ya casi ni se me ocurre recuperar mi papel de amatxo y ser yo la que se preocupe por ella. “Soy una mujer casada, ama, tengo mis recursos y mi camino en la vida”. ¡Mírala a ella qué maja, si hasta ayer mismo tenía que darle un pañuelo para que se limpiara los mocos! Son lecciones de vida, de humildad, para que no me deje llevar por esa soberbia tan de mi generación de creernos incólumes o protegidos por cierta “sabiduría” ante los empellones de la vida. Unas nubes un poco tormentosas decoran el atardecer: esas nos gustan a las dos y damos un largo y tranquilo paseo junto al “bidegorri” que recorre parte de la costa; a la vuelta lo hacemos con los pies en el agua por aquello del “peeling” de pies. Para cenar saco de su “escondite” una botella de sidra y un sobre de jamoncito: una pequeña sorpresa para la rubia que se llena de nostalgia en Alemania por los productos de la tierra. La tecnología nos ha juntado a mis niñas y a mí durante un buen rato para una charla con sonrisas y buenos deseos. En México pintan bastos, cuánto tendría yo que rezar aunque ya se me haya olvidado. Mañana será otro día perfecto en su calma compartida. Felices los felices.

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