miércoles, 15 de julio de 2020

BITÁCORA ESTIVAL. "Distancia sana"



Día 24.- (14 de Julio) 
¿De verdad hay que llevar mascarilla a las siete y media de la mañana paseando por la orilla de una playa más larga que un desierto y tan vacía como tal? Somos de extremos en este país; como decía mi amona Julia “O calvos o tres pelucas”, refrán que me parecía una tontería pero ahora veo que es la sabiduría popular que forma parte del acervo cultural de cada región. El caso es que ando buscando mis atajos y recovecos para respirar aire puro a la vez de respetar al resto de los humanos veraneantes que se agolpan, hacinan y amogollonan como si no hubiera un mañana a la hora del ángelus sobre la ardiente arena y en todo lugar donde haya que pagar para sentarse que es la contraseña para poder quitarse legalmente la mascarilla. Oséase: que yo paso por su lado caminando y me puedo contagiar de sus exhalaciones, salivillas y estornudos varios, pero yo tengo que ir con el bozal porque no estoy dando de comer a la hostelería. ¡Toma ya! André Breton estará revolviéndose en su tumba viendo el surrealismo oficializado e impuesto por decreto ley. En fin. Son las once de la mañana y siento como si “ya hubiera hecho el día”: ejercicio, placer, buen desayuno, lectura, escritura y todo ello al aire libre… ¡sin respirar asfalto ni ladrillo ni escuchar bocinazos ni más decibelios que los de mi música privada y a buen tono. Creo que me quedaré disfrutando de este “mi otro mar” un par de semanas más porque, total, “mis niñas verdes” (las plantas) me las cuidan mis más que pacientes y amables vecinos donostiarras, nadie me espera ni me necesita en Donosti, todas mis amistades son tranquilas, sin agobios ni exigencias, “somos” mucho más que “estamos” y eso da tranquilidad de ánimo y equilibrio emocional. Ahora estoy más en modo “distancia sana” porque no quiero jugar a la ruleta rusa con el coronavirus: hay que adaptarse y hacer de la necesidad, virtud. Un núcleo familiar que se junta sin precaución alguna debería saber que el Libro de Familia no está homologado como muro anti-contagio. Si uno trae algo, todos caen: bodas, reuniones, comilonas, vacaciones y reencuentros. La idea unánime es que “se contagiarán los otros” y nosotros no. Pues bueno, ojalá sea así y nadie vaya transmitiendo el virus con amor y cariño. Yo guardaré siempre que pueda la distancia sana para seguir estando sana y si alguien se enfada pues ya sabemos que tiene dos trabajos: el de enfadarse y el de desenfadarse. Felices los felices. Fotografía: Como una boya en medio del mar estoy.



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