martes, 14 de julio de 2020

BITÁCORA ESTIVAL. Rutinas salvadoras



Día 23.- (13 de Julio) Rutinas salvadoras
Quizá lo que más me gusta de las vacaciones es que soy yo misma la que ideo o fabrico mis propias rutinas, sin que haya nadie “de fuera” que me diga “tienes que hacer esto” ni “hoy toca lo otro”. Supongo que es la base de la libertad individual esto que digo aunque igual cualquier filósofo que ande con zapatos a medida y no como yo que pienso mi “filosofía en zapatillas” me diga que lo que digo es una boutade. Puede ser; tanto da. Así que esta mañana he ido a respirar aire del mar, darles a mis piernas de muchos lustros el caminar enriquecido del agua, la arena y la sal y a mi espíritu (o como se le quiera llamar a eso que se emociona contemplando el horizonte líquido y azul) una sensación de bienestar que no he encontrado en Amazon (y si no está ahí es que no la venden en ninguna parte). Cinco kilómetros: la mitad de cara al sol naciente y la otra mitad calentándome la espalda. Con mi camisola de manga larga, la visera que casi me sirve de mascarilla, las gafas de sol, mucha crema 50+ y las GANAS que es lo imprescindible. Luego me lo quito todo y me tiro al agua y la sensación la podría describir de muchas maneras, con analogías, licencias poéticas, comparaciones excelsas e incluso comentarios erótico-sensuales. Pero aquí lo dejo porque quien no sepa de qué estoy hablando pena es que intente explicárselo con palabras. Sensación inefable. Punto. Mi nuevo apartamento es más pequeño en todo menos en una cosa: ventiladores y aire acondicionado, así que feliz como una lombriz de no pasar calor a ninguna hora del día. Fue el refugio mediterráneo de mi querido amigo Jesús Campaña que se nos fue hace unos meses sin que le diera tiempo a despedirse ni que le despidiéramos con una buena cuchipanda de las que le gustaban a él. La vida. Desde donde estés, si me ves, durmiendo en tu cama, usando tus platos y tirada en tu sofá con mi ordenador, invadida la terraza y el salón con mis cuadros y el frigorífico de las comidas que tú ya no querías ni cocinar…¿qué pensarás, qué sentirás? Seguro que me dirías: “oye, vecina, a ver cómo lo dejas todo, eh, que tú eres un poco baldarra…” Pues ni tan mal, Jesús, que conforme me hago mayor soy más flexible no vaya a ser que me tropiece y me caiga y me parta en dos. Me encanta ponerme el delantal de la cocina y usarlo como mandil de pintora, estoy ahora con el mediterráneo, con mis playas y arboledas tan queridas. Las correcciones me las hace on-line mi profesora desde Donostia y siento que todo está bien así. Estas dos próximas semanas –con parte de la family en el piso familiar- habrá planes, salidas, comilonas y entretenimiento diverso. Procuraré que lo mío sea testimonial, he decidido auto confinarme, sin ofender a nadie, con los abrazos justos y las sonrisas necesarias, pero ya todos sabemos que no está el horno para bollos y que nos la estamos jugando todos, pero todos, todos. Pienso que no es el mejor momento para reunirnos alrededor de ningún recuerdo hermanas, cuñados, hijos, sobrinos, nueras y nietos. Hoy me toca “jornada solitaria” y al otro y al otro, a ver si lo consigo. ¿Mañana? Espero que nadie me crucifique. Felices los felices.

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