lunes, 10 de noviembre de 2014

La ventana del corazón


 


La nostalgia no es una visitante que llama a la puerta y espera tranquilamente a que le abramos sino que se cuela por una rendija de la ventana del corazón cuando ve que lo estamos aireando. Suele ocurrir casi siempre en el tiempo suspendido que se posa como átomos de polvo en el momento del después. Después de compartir unas horas amorosas, después de regresar de un encuentro especialmente sensible, después del descanso que supone fundirse con la naturaleza.

Son esos instantes en los que nos detenemos, y dejamos que se posen las vivencias, que vayan descendiendo suavemente sobre nuestro corazón y, sintiendo que aflora la nostalgia, nos dejamos fluir con ella por puro gozo y necesidad anímica.

Un atardecer de domingo cualquiera, con la casa y la mente en silencio, pensando en no querer pensar y con las ganas de no enturbiar el instante a flor de piel. Sensaciones dispersas que buscan pareja emocional en un baile desordenado pero que no abandona los contornos del corazón. Pequeños ecos sobre las paredes de la memoria que toman forma, quizás color, acaso un aroma retenido, para convertirse en pequeñas partículas de algo que no sabemos nombrar y que los poetas bautizarían de melancolía.

Por esa ventanita del corazón podrán deslizarse emociones condenadas, besos pretéritos, nombres malditos, ausencias y nostalgias que un día nos hicieron enfermar con el goce del amor. Todo lo perdido en la palma de la mano durante un instante terrible, el fugaz dolor de lo que pudo haber sido y no fue porque tuvimos miedo, el peso de una ausencia que propiciamos un día de cobardía memorable.

Por esa ventanita del corazón saldrán a jugar con el aire los amores perdidos y los abrazos ganados, la cara oculta de la pasión hecha cenizas que ya ni siquiera manchan, los caballos desbocados que marcaron el ritmo de latidos amantes.

Todo pasó y dejó su huella en nosotros para que seamos ahora por lo que fuimos entonces. Gracias al sufrimiento que pudimos comprender, gracias al dolor que supimos desmitificar, lo que era de la mente a la mente volvió y lo que pertenecía al corazón se quedó en un huequecillo cálido y confortable esperando a este momento…en que se abre la ventana del corazón y sentimos que todavía podemos ser felices.

En fin.

LaAlquimista

Por si alguien desea contactar:

apartirdeloscincuenta@gmail.ccom


No hay comentarios:

Publicar un comentario