jueves, 27 de noviembre de 2014

Mi primera vez. Mi primera sopa de pescado



 
Aprendí a cocinar hace unos diez años; hasta entonces y por razones concretas –tales como que en mi casa no me enseñaron y que después me sumergí en el mundo laboral- sentía que dedicar tiempo a la confección de la comida, placer efímero y autofagocitante donde los haya, era tiempo perdido. Pero un día me enamoré como una loca y quise amar con todos los sentidos y, quizás porque él me regalara “Afrodita” de Isabel Allende, quise incorporar al festín del amor el placer del gusto por la comida.

Enseguida descubrí que, como en el amor, tenía una facilidad innata para el asunto, que estaba dotada de una lógica sencilla y efectiva para la conjunción de alimentos que existían para yacer unos junto a otros en el fondo de mi “cazuela afectiva”. Al cabo del tiempo preciso él se fue, pero yo seguí cocinando (y amando, obviamente).

Tampoco creí necesario proveerme de libros e instrucciones ajenas y complicadas, sentía que mi gusto por la comida, mis preferencias naturales iban marcando el camino de los platos que mejor se rendirían a mis pies. Así que empecé con lo que más me gustaba: los pescados.

Sacarle el punto a unas kokotxas no es tema baladí; ni mucho menos ligar un pil-pil al borde del orgasmo. Ya no te digo nada de manejar el horno para que un cogote esté en su punto. Como en el amor, la cocina precisa de entrega desinteresada, no se puede una meter entre fogones pensando que la emoción y anhelo de unas horas va a verse reducida a unos cuantos cumplidos retóricos después de una ingesta superficial. Hay que echar cohetes cuando el plato está bordado…

Hablando del amor y figuraciones mías, se me ha ido el santo al cielo… Ah, sí, la sopa de pescado. Pues eso. Que el otro día me di cuenta de que mi sopa favorita, la de pescado, no sabía cocinarla, así que hice acopio de ingredientes (según una receta sacada de Internet al buen tuntún, de la abuela de Bruno Oteiza –gracias amona-) y me puse a ello. La hice para mí y para mi hija, sin pensar en un hombre y su estómago/corazón; la hice con todo el buen humor, cariño, entrega y fervor de que soy capaz y, como en el dormitorio, aunque fuera la primera vez, los afanes de la cocina dieron un honrosísimo resultado. Vamos, que estaba riquísima. (Aunque todo es mejorable…)

Al día siguiente, al abrir el frigorífico, la sopa sobrante nos saludó con un aroma conocido; y, como en el amor de nuevo, al degustarla por segunda vez, nos supo mucho más sabrosa que el día anterior. Todo es cuestión de ponerle cariño al asunto ¿no?

En fin.
http://blogs.diariovasco.com/apartirdelos50
LaAlquimista

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2 comentarios:

  1. Buenas noches Alqui!!!
    Ahora te entiendo mejor, mucho mejor, siempre he dicho que “La alquimia de la vida es la cocina” y lo mantengo.

    Como aprendiz de alquimista que soy, me apasiona desde hace muchísimo tiempo, mis orígenes vascos, me han hecho probar casi todos los restaurantes estrellados hasta hace poco (creo que se me escapó solo Adría y sus creaciones…), entre otras cosas, por que si puedo, prefiero unas buenas pochas con piparras…

    Pero aun que penséis que soy un pesado, por que siempre meto el “amor” en todos los post, he de decir, que es la base del arte y la belleza, y que la cocina como alquimia de la vida, también es arte, aun que efímero, pero arte al fin y al cavo.

    ¿Y que es arte?, el arte es el embrujo de la belleza, por eso cualquier persona que crea belleza es un artista. Si trasladamos el concepto a un campo de otro sentido que no sea la vista, es aplicable en todos los casos.

    Se puede hacer arquitectura o pastelería, que si es un trabajo hecho con amor y dedicación desde el interior, eso se refleja, y termina convertido en “Arte”, en embrujo.

    Con la cocina pasa igual. Concepción, selección de la materia prima, técnica de preparación, creatividad y presentación…

    Me quedo sin palabras, que hambre…me encanta la sopa de pescado…

    Javier

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    1. Javier
      Sí que eres un "enamorado" de...¡casi todo!
      Y esa actitud positiva tuya estoy segura de que te aporta no pocos beneficios y satisfacciones.
      La cocina -como el amor- puede ser sofisticada o sencilla, pero creo que lo verdaderamente importante es que la cocina sea -como el amor- lo más digestiva y sana posible.
      Recetas rocambolescas con ingredientes poco habituales puede que nos despierten el asombro culinario (como en el amor), pero al final volveremos a la "cocina de cuchara" de la abuela...la que es sabrosa, sana y no nos estropea nada por dentro (como el amor)
      Feliz día y que usted lo coma todo bien.
      Alqui.

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