Y cuando digo “aquí” me refiero a mi amado País Vasco, la tierra que me ha visto nacer; y cuando digo lujo me refiero a todo aquello que supera los medios normales de alguien para conseguir algo. Obviamente, en estos tiempos que corren el lujo es vivir o, simplemente, llegar a fin de mes. Por eso vivir aquí es un lujo para un mileurista–si tomamos como vara de medir el maldito mileurismo-, mientras que si lo haces desplazándote unos cuantos centímetros en el mapa la cosa cambia sustancialmente; pero a mejor.
En el pueblo mediterráneo donde suelo recalar de vez en cuando, si bien hay turistas a mansalva durante la temporada estival, INCLUSO a pesar de esos turistas, la vida cotidiana, la bolsa de la compra, el precio de un alquiler, se ve reducido en casi un 50% comparándolo con el nivel que nos gastamos por estos lares. Antes, cuando contábamos que algo era más barato en otra Comunidad, siempre había cerca un economista de bolsillo que espetaba: “claro, porque ganan menos…” y con eso quedaba –aparentemente-zanjada la cuestión.
Pues no. Eso no es cierto. No es que ganen menos, es que son más honrados que nosotros. Honrados, honestos, solidarios o menos avariciosos, como queramos llamarlo. Si la peluquera que cobra 25€ , por ofrecer el mismo servicio, con el mismo producto e igual mimo que la que cobra 50€ se siente satisfecha y contenta con su tarifa de precios es, únicamente, porque en vez de ganar x al cuadrado se conforma con ganar x a secas. Y punto.
Si el barero que saca a la terracita un platillo de aceitunas con la caña de cerveza y pone delante un tiket de 1,50€ paga el alquiler, los impuestos y el sueldo de los camareros y todavía le queda para pagar la hipoteca, duerme tranquilo y sonríe a la parroquia… ¿por qué aquí “tiran”de mala forma una caña a palo seco y cobran el doble?
Y cuando coges un taxi en la puerta de casa, antes de llegar al primer semáforo ya marca 6€ el contador y resulta que es la cantidad que vas a pagar en Barcelona (por ejemplo) por recorrer media ciudad. Eso sin contar con que se pueda alquilar un piso céntrico con salón, dos dormitorios, dos baños y terraza en Sevilla (por ejemplo) por la nada despreciable cantidad de 650€/mes. O salir de cena con los amigos, cualquier noche a un restaurant con encanto pagando unos 20€ por persona, mientras que aquí los menús nocturnos empiezan en 30€ y terminan como el rosario de la aurora.
La pregunta que me hago es la siguiente: ¿Somos en la Comunidad Autónoma Vasca unos ladrones en general? ¿Acaso los vascos tenemos desmedido afán de lucro, execrable avaricia y deseo de enriquecimiento a costa del prójimo?
¿Por qué se conforma con ganar menos el Consejo de Administración de Mercadona que la Asamblea de Socios de Eroski? ¿O es que gestionan de diferente manera sus empresas? Porque ésa es otra: la cesta de la compra. Me he pasado el último mes yendo a comprar a uno de los innumerables establecimientos que Mercadona tiene a lo largo de la costa mediterránea y cada vez he salido más indignada. Por la comparación, que en este caso, en vez de ser necesaria, me ha resultado odiosa. Porque resulta que, si me voy a vivir allí, mi sueldo de prejubilada se duplica calculadora en mano.
O sea que, después de muchísimas reflexiones, llego a dos conclusiones básicas: vivir aquí es un lujo y esto está lleno de avariciosos. Que el IVA es para todos igual en todo el territorio nacional.
En fin.
LaAlquimista
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