Pero es triste consuelo que a tu madre la mate un ciudadano que antes durmió con ella, la arropó entre sus brazos y la hizo reir cuando todo eran sombras alrededor. Es terrible que los labios que prodigaron besos vomiten amenazas, que las palabras dulces se conviertan en ácido veneno, que las caricias que dieron vida desgarren ahora, que lo que quisieron llamar amor hoy sólo pueda ser un terrible titular en el periódico.
¿Qué mueve al ser humano a dejar que el odio domine sus actos? ¿Locura transitoria, efecto de drogas o alcohol, desesperación por el amor despechado? ¿O simplemente… maldad?
En días como el de hoy –que ya es ayer- que no me vengan con que el ser humano es bueno por naturaleza, que no me repitan la milonga de que hay una esperanza de que el amor todo lo salve y de que, a pesar de todo, la justicia cumplirá su supuesto cometido.
Esos hombres que han matado, esos hombres que han truncado vidas, ilusiones, sueños y esperanzas, esos hombres locos, torturados por mil demonios insospechados, esos hombres, digo, tienen madre y padre, hijos, hermanos, familia, amigos que tendrán que soportar durante toda su vida el dolor colateral de tener un hijo asesino, un padre torturador, un hermano condenado. Pobres madres las de esos hombres que en el día de hoy han salido en el periódico –sin nombre ni apellidos, protegidos por una ley que ampara la presunción de inocencia a pesar de haber quitado la vida de otro ser humano en la plaza pública, a cuchilladas, a la vista de testigos, con luz y taquígrafos-, pobres padres que ya para siempre vivirán con el dolor debajo de la almohada.
El amor se convierte en odio con demasiada rapidez y demasiada frecuencia. Sé que no hay más asesinatos por miedo a las represalias, a la condena, a la justicia. El hombre lleva el odio en su corazón y la mujer un amor mal entendido, lleno de miedo y sombras para bailar la danza macabra de lo que la sociedad llama relación pasional que desemboca en el crimen pasional.
Pobres todos ellos, víctimas del odio; pobres todas ellas, víctimas del miedo.
En fin.
http://blogs.diariovasco.com/apartirdelos50
LaAlquimista
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