Sí, ya sé que suena un poco raro el título, pero a mí me gusta llamar a las cosas por su nombre. Las mujeres casadas –legión de la que formé parte en dos ocasiones- suelen “utilizar” al marido de muy variadas formas y para variopintos menesteres. Situación que también se da vicevérsicamente, entendiéndola como específica del matrimonio y no por tolerada, menos desagradable en muchas ocasiones.
Pero lo inteligente sería poder “disponer” de una pareja (léase hombre o mujer) que ofrezca todas las prestaciones de un marido o una esposa sin tener que firmar papeles o compartir cuarto de baño. Hablo desde el humor, el respeto y las ganas de compartir algo bueno. Tampoco hablo de una experiencia personal -¡qué más quisiera yo!- sino de testimonios, ejemplos y vivencias que he recogido de aquí y de allá, pero me temo que sólo voy a hablar de los hombres…
Se parte de la base de que personas mayores de cierta edad, divorciadas en su mayoría, no dependientes, ni afectiva ni económicamente, ya no tienen muchas ganas de volver a pasar por la maravillosa experiencia de cualquier tipo de convivencia. Como, afortunadamente, las cosas no tienen porqué ser o blancas o negras, se puede elegir entre una extensa paleta de colores y apaños afectivos. Con la regla de oro de “cada uno en su casa y dios en la de todos” imagino combinaciones muy interesantes…
Modelo navaja suiza.
Este es el chico que lo mismo sirve para un roto que para un descosido, para un barrido que para un fregado, es decir, arreglar enchufes, apretar tuercas, clavar clavos y chapuzas diversas. Suelen tener seis o siete habilidades que realizan con mucho aspaviento y alharacas, tal que si fueran ingenieros aeronáuticos. Arreglar, arreglan las cosas, pero sin garantía alguna. Se conforman con una cerveza y unas rodajitas de fuet.
Modelo perdonavidas.
Son los que saben algo de informática y vienen a instalarte una aplicación en el ordenador como si estuvieran manipulando la computadora de un cohete espacial. Dan muchísimas explicaciones que no se entienden ni por el forro y deciden que hay que hacer limpieza en la base de datos y borrar las fotos de las vacaciones, porque pesan mucho. Son los chapucillas modernos. A estos hay que darles de cenar en toda regla, si no se mosquean.
Modelo 7 semanas y media.
Este hombre ya sabe a lo que viene. Tú le has llamado para tantear el terreno, con aquello tan típico de “¿qué es de tu vida, tanto tiempo sin vernos?” y el sabe leer entre líneas. No se anda con subterfugios y entra directamente “hasta la cocina” que, curiosamente, está al fondo a la izquierda. Lo bueno es que no se queda a cenar y se va sin que haya que invitarlo a hacerlo.
Modelo Intereconomía.
Este no se sabe muy bien lo que quiere, pero quiere algo, eso seguro. Suele aparecer a media tarde, con sonrisa de conejo y ojos de cordero degollado (alternativamente). Opcionalmente, trae unas flores o unos espárragos de la huerta de su padre. No arregla nada, y habla demasiado, pero nunca está de más que le recoloquen a una la autoestima. Suele querer quedarse, no capta las indirectas, es de los que juegan a “dar pena” por si cuela…
Modelo amigo del alma.
A este hay que llamarle ya de noche, que es la hora de las grandes penas y los grandes alardes. A la vuelta de una juerga, por ejemplo, y decirle que has estado pensando en él toda la noche. Si es listo, cogerá la moto (estos chicos siempre tienen una moto grande por ahí) y se aparcará en tu cama sin muchas explicaciones. Hay que darles de desayunar, pero de bien nacidos es ser agradecidos.
Modelo “crisis”.
Este sirve para poco –como su propio nombre indica- pero hay que pensar en las emergencias. Una película, un paseo higiénico, una cervecita en un bar, un poco de compañía un domingo por la tarde, esas horas tontas que todos tenemos y que es tan habitual querer compartir, sin hablar de nada especial, sin pedir nada, ni esperar nada. Lo que se llama aburrirse en pareja, vamos.
Pero a mí el que más me gusta es uno que yo conozco que es el:
Modelo torrijas.
Este es un chico espabiladillo que se las sabe casi todas y que cuando hace torrijas –o un bizcocho o una tortilla de patatas- te llama por si te apetece compartir con él. Y este es el mejor, porque no hay que pedirle nada, que todo lo da generosamente y se pone contentísimo si le haces la ola…Se va feliz como una lombriz y no te llama al día siguiente.
Aunque si existiera la posibilidad de encontrar una pareja que tuviera una pizquita de cada uno de los modelos citados, sería poco menos que el orgasmo perpetuo, pero…
En fin.
Tonterías.
LaAlquimista
Por si alguien desea contactar:
Sí, ya sé que suena un poco raro el título, pero a mí me gusta llamar a las cosas por su nombre. Las mujeres casadas –legión de la que formé parte en dos ocasiones- suelen “utilizar” al marido de muy variadas formas y para variopintos menesteres. Situación que también se da vicevérsicamente, entendiéndola como específica del matrimonio y no por tolerada, menos desagradable en muchas ocasiones.
Pero lo inteligente sería poder “disponer” de una pareja (léase hombre o mujer) que ofrezca todas las prestaciones de un marido o una esposa sin tener que firmar papeles o compartir cuarto de baño. Hablo desde el humor, el respeto y las ganas de compartir algo bueno. Tampoco hablo de una experiencia personal -¡qué más quisiera yo!- sino de testimonios, ejemplos y vivencias que he recogido de aquí y de allá, pero me temo que sólo voy a hablar de los hombres…
Se parte de la base de que personas mayores de cierta edad, divorciadas en su mayoría, no dependientes, ni afectiva ni económicamente, ya no tienen muchas ganas de volver a pasar por la maravillosa experiencia de cualquier tipo de convivencia. Como, afortunadamente, las cosas no tienen porqué ser o blancas o negras, se puede elegir entre una extensa paleta de colores y apaños afectivos. Con la regla de oro de “cada uno en su casa y dios en la de todos” imagino combinaciones muy interesantes…
Modelo navaja suiza.
Este es el chico que lo mismo sirve para un roto que para un descosido, para un barrido que para un fregado, es decir, arreglar enchufes, apretar tuercas, clavar clavos y chapuzas diversas. Suelen tener seis o siete habilidades que realizan con mucho aspaviento y alharacas, tal que si fueran ingenieros aeronáuticos. Arreglar, arreglan las cosas, pero sin garantía alguna. Se conforman con una cerveza y unas rodajitas de fuet.
Modelo perdonavidas.
Son los que saben algo de informática y vienen a instalarte una aplicación en el ordenador como si estuvieran manipulando la computadora de un cohete espacial. Dan muchísimas explicaciones que no se entienden ni por el forro y deciden que hay que hacer limpieza en la base de datos y borrar las fotos de las vacaciones, porque pesan mucho. Son los chapucillas modernos. A estos hay que darles de cenar en toda regla, si no se mosquean.
Modelo 7 semanas y media.
Este hombre ya sabe a lo que viene. Tú le has llamado para tantear el terreno, con aquello tan típico de “¿qué es de tu vida, tanto tiempo sin vernos?” y el sabe leer entre líneas. No se anda con subterfugios y entra directamente “hasta la cocina” que, curiosamente, está al fondo a la izquierda. Lo bueno es que no se queda a cenar y se va sin que haya que invitarlo a hacerlo.
Modelo Intereconomía.
Este no se sabe muy bien lo que quiere, pero quiere algo, eso seguro. Suele aparecer a media tarde, con sonrisa de conejo y ojos de cordero degollado (alternativamente). Opcionalmente, trae unas flores o unos espárragos de la huerta de su padre. No arregla nada, y habla demasiado, pero nunca está de más que le recoloquen a una la autoestima. Suele querer quedarse, no capta las indirectas, es de los que juegan a “dar pena” por si cuela…
Modelo amigo del alma.
A este hay que llamarle ya de noche, que es la hora de las grandes penas y los grandes alardes. A la vuelta de una juerga, por ejemplo, y decirle que has estado pensando en él toda la noche. Si es listo, cogerá la moto (estos chicos siempre tienen una moto grande por ahí) y se aparcará en tu cama sin muchas explicaciones. Hay que darles de desayunar, pero de bien nacidos es ser agradecidos.
Modelo “crisis”.
Este sirve para poco –como su propio nombre indica- pero hay que pensar en las emergencias. Una película, un paseo higiénico, una cervecita en un bar, un poco de compañía un domingo por la tarde, esas horas tontas que todos tenemos y que es tan habitual querer compartir, sin hablar de nada especial, sin pedir nada, ni esperar nada. Lo que se llama aburrirse en pareja, vamos.
Pero a mí el que más me gusta es uno que yo conozco que es el:
Modelo torrijas.
Este es un chico espabiladillo que se las sabe casi todas y que cuando hace torrijas –o un bizcocho o una tortilla de patatas- te llama por si te apetece compartir con él. Y este es el mejor, porque no hay que pedirle nada, que todo lo da generosamente y se pone contentísimo si le haces la ola…Se va feliz como una lombriz y no te llama al día siguiente.
Aunque si existiera la posibilidad de encontrar una pareja que tuviera una pizquita de cada uno de los modelos citados, sería poco menos que el orgasmo perpetuo, pero…
En fin.
Tonterías.
LaAlquimista
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