jueves, 4 de septiembre de 2014

Hoy tengo día raro y ya sé porqué

 
 
Y no es porque haya dormido mal, que ese es un problema que no me afecta desde que dejé el trabajo remunerado, sino porque creo que mi mente le está mandando a mi cuerpo algún mensaje que este no sabe descifrar y, en busca del código adecuado, se queda la mirada mustia y el ritmo ralentizado. O será que hoy empieza el verano y, ya se sabe, hay que empezar a sudar un poco más por decreto ley y a comentar en el ascensor con los vecinos el tiempo meteorológico que nos han vaticinado (más calor que nunca). ¿Ascensor? ¿He dicho ascensor…?

Antes de la pre-jubilación, el verano era el tiempo de las vacaciones por excelencia –aunque siempre he sido de viajar fuera de fechas-, entre junio y agosto había un par o tres de semanas en que me venía a este mi otro mar sin más pretexto y deseo que pasarme todo el día sin hacer nada para luego descansar. Paseos matinales por la orilla del mar, sesiones indecentemente largas de exposición al sol, comidas livianas y fresquitas en la terraza, la siesta de rigor, el jardín y la lectura, las noches de rímmel, fideuá y gintonic.

Luego pasó lo que pasó; que tanto sol empezó a comerme la piel y a descomponer el ADN dichoso y si quiero ir a la playa tengo que hacerlo con burka. (Tampoco llamaría tanto la atención con la diversidad étnica de la que disfrutamos por estos lares, que te acercas a la arena y entre paisanos vendiendo vestidos vaporosos, senegalesas ofreciendo trencitas, subsaharianos cargados de bolsos de marca china y chinas con la marca del botellín de aceite en la mano para ver si pica alguien y se deja dar un masaje pringoso y peligroso, parece esto el paraíso de diversidad soñado por el señor presidente del gobierno, ya podía él venir a veranear aquí…)

Pero a lo que iba; que hoy estoy rara. O será porque se han ido todos y ahora me quedan unos días de beber gazpacho y pelar gambas sin más compañía que la de Emidio –que ese no se va ni con agua caliente- y la del libro que voy a empezar ahora mismo “Y punto” de Mercedes Castro, seiscientas veintiséis páginas que van a ser mi apoyo logístico hasta que alguien tire piedrecitas al cristal de las ventanas.

Aprovecharé para darle un barrido –o dos- a la casa y ponerles miguitas a los pájaros (las hormigas ya se encargan por sí solas de encontrar el camino hasta las sobras culinarias), para hacer inventario del frigorífico y terminarme las frutas y verduras que fueron rechazadas en el casting nutricional que se lleva a cabo cada día a la hora de comer y para contestar el correo amontonado en la bandeja de entrada.

(Pasa por delante de la puerta el payés de los melocotones y me pregunta si necesito más. Le saludo amigable y le digo que no, que gracias… pero le estoy mintiendo y sólo yo lo sé).

En fin.

Laalquimista

Por si alguien desea contactar:
apartirdeloscincuenta@gmail.com

Post escrito y publicado en Julo 2011

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