El refranero español tiene sus profundas raíces enredadas entre la sabiduría popular y la ignorancia individual. A veces da en el clavo con lógica cartesiana, otras con verdades de Perogrullo, las más no son más queboutades simpáticas.
Esto de que, si me levanto y dejo mi sitio viene otro y me lo pilla me tengo que aguantar se usa mucho en este país de maleducados e incívicos ciudadanos. Pero rizar el rizo, como observo que hacen en las playas de este Mediterráneo de mis entretelas, es algo que se sale de mi comprensión. (Más bien, no entra)
Lo cuento.
Pues resulta que hay una playa de kilómetros, de arena fina y bastante limpia (bandera azul 2012) en la que, matemáticamente hablando, podrían caber –con poco margen de error- un millón largo de personas. Es decir, que hay sitio para tirios y troyanos.
Sin embargo, unas docenas de personas, SE RESERVAN su sitio preferido cada mañana; cerquita de la orilla, cerquita del chiringuito, de la ducha, del wc. Y para ello, bajan hasta la playa a muy temprana hora. Hasta aquí todo correcto, porque “al que madruga Dios le ayuda”.
Pero la sorpresa llega cuando observas que estas personas–hombres en su totalidad, que llegan arrastrando una especie de porta-equipajes con ruedas en el que se amontonan tumbonas, sillas y sombrillas varias,-depositan este “mobiliario urbano” al borde del mar y…!se van tranquilamente!. Es decir, “acotan” su espacio, dejan “su marca”, reservando sin ningún derecho y con menos vergüenza todavía unos metros cuadrados de playa pública “para cuando llegue la familia”.
He hablado con ellos en un par de ocasiones, así en plan simpático y tal, -“vaya, bon dia, ya le ha tocado otra vez acarrear los bártulos ¿eh?” -pues sí, es que mi señora se empeña en que venga aquí a coger sitio…- hombre, ya, claro, pero es que resulta que luego el que viene detrás…!se lo encuentra todo pillado y no hay nadie! – ah, pues mire usté, ya se sabe , el que venga atrás..!que arrée!
Así que ayer me puse a sacar fotos sin encomendarme a dios ni al diablo, de estas sillas –casi todas viejas y cutres- que los cívicos ciudadanos de este país van dejando por la playa. Luego llega la mirada atónita de los “guiris”, porque es obvio que quien esta práctica abusiva realiza no son extranjeros sino gente que vive por aquí cerca, con apartamento alquilado o en propiedad, pero más españoles que la tortilla de patatas.
Mi paseo matinal –muy matinal- comienza a las 8 de la mañana y termina hacia las 9 y media. En ese tiempo recorro tres kilómetros de playa hacia el este y otros tres de vuelta hacia el oeste. Voy por la orilla del mar, mojándome si hay olas y procurando no pisar las porquerías de plástico del día anterior que todavía no han retirado los del servicio de limpieza playero que tiene el mismo horario que yo. Nos saludamos ya…
Foto va y foto viene, a la vuelta, viéndome desde lejos, un hombre salió del paseo y se acercó en perpendicular para tropezarse conmigo.
Sin saludar ni prolegómeno alguno me espetó: -“Ustépor qué ha sacado fotos de mis sillas?”- ¿SUS sillas? –Sí, MIS sillas! –ah, pues mire, me alegro de que me haga esta pregunta porque van a venir con el camión de la basura a retirar todo esto que hay por aquí…
-Pero, ¿usté trabaja para el ayuntamiento o qué?... Entonces, fue el momento de guiñarle el ojo y decirle…”nada, nada, ya sabe“usté”, que el que fue a Sevilla perdió su silla!
Y aquí paz y después gloria.
Al día siguiente…más de lo mismo, pero… ¡el buen hombre estaba sentado en una de sus viejas tumbonas leyendo el periódico a las ocho y media de la mañana!
En fin.
LaAlquimista
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