jueves, 30 de octubre de 2014

Con la casa patas arriba


 
Ya era hora. Después de treinta y cuatro años voy a lavarle la cara a mi casa. Aunque en realidad, más que un “lifting” va a ser un trasplante integral de energía, que son muchos lustros ya de “carga emocional”. Y me explico; aunque quizás no haga falta porque ya se me ha entendido justo en la primera frase, sobre todo las mujeres que sabemos bien cómo se prenden las nostalgias en la pintura de las paredes y los suspiros en el sofá del salón. En un par de días, los gremios –y mi decoradora particular- han tomado medidas, me han dado consejos y han soltado su veredicto: mejor tirar lo viejo y ponerlo todo nuevo.

Así que ayer mismo comencé –con la ayuda de unos brazos fuertes- a desclavar de la pared las estanterías que durante lustros han soportado parte del acerbo cultural de esta casa. Aparte de astillas, clavos, alcayatas, puntas y polvo, se me quedaron entre las manos unos quinientos libros. Los de arriba con polvo cosecha 1977, el resto en orden de funcionamiento y ordenados por temas y autor.

Es curioso y ya presentía lo que me iba a pasar… Una no puede tener libros en sus manos, pasarles un trapo y almacenarlos en cajas –hasta nueva orden y nueva librería- sin que la vida se detenga el tiempo de recordar… “Journal et lettres de prison” de Eva Forest , las joyas de Esther Vilar, “Le Seigneur des anneaux” –en francés, cuando aquí no se había editado todavía- los libros de una época, de un tipo de vida, de unos sueños y otras modas.

Todo Herman Hesse y Torrente Ballester, los diarios de Anaïs Nin y los trópicos de Miller, la Beauvoir, la Sontag, la Woolf y la Duras. “La náusea” y “El extranjero”, “La peste” y alguno más… Libros con dedicatoria y alguna flor seca en sus entrañas, libros de mi otra vida –la anterior a ésta- cuando yo no era yo todavía sino tan sólo la que quería llegar a ser…

Así que me quedé sentada, rodeada de millones de letras, miles de páginas y unos cuantos amores viejos que me chistaban desde los montones informes de recuerdos y nostalgias como diciendo: la vida sigue, tú sigues, nosotros hemos sobrevivido aunque llenos de polvo y olvido…

Hoy toca armarios; no quiero ni imaginar qué fantasmas me harán cosquillas cuando pasen por mis manos los disfraces de veinte años, un chaquetón de pieles de cuando yo llevaba chaquetón de pieles, la ropa de esquiar que se usó dos veces, el primer anorak, el primer plumífero, la primera bomber; los sombreros y los bolsos de todos los colores, tamaños y formas, todo un atrezzo que desaparecerá en unos cuantos días porque la compañía ya no va a representar más la misma obra que llevaba lustros en cartel. Vienen tiempos nuevos, vienen tiempos mejores. “Pa' fuera telarañas”

En fin.
http://blogs.diariovasco.com/apartirdelos50
LaAlquimista

Noviembre 2011

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