domingo, 19 de octubre de 2014

Día Internacional del Cáncer de mama



Esto no lo voy a contar porque sea hoy el día Mundial del Cáncer de Mama –que ya es triste que haya que darle bombo y platillo a una enfermedad tan desgraciadamente común para que las mujeres tomen conciencia y los hombres se enteren un poco más- sino porque las mujeres seguimos considerando que eso “a nosotras no nos va a pasar” y utilizamos la técnica del avestruz.

Cuando a los cuarenta y un años de edad me sobrevino una menopausia precoz diagnosticada de la mano de un proceso psicosomático contundente –un trauma en mi vida afectiva y social-, mi querido ginecólogo me ofreció dos opciones: o comprarme un abanico para aventar los sofocos (y todo lo demás) o recomponer mi organismo a base de parches hormonales. No dejó por supuesto de informarme del riesgo que produce el aporte exagerado de estrógenos al organismo, (bah, un tanto por ciento mínimo, cruzaremos los dedos, pensé yo) y elegí la solución médica al desarreglo. Además, yo era fumadora, y ya se sabe que los fumadores son muy conscientes SIEMPRE de que el tabaco produce cáncer de pulmón y que la vida es correr riesgos cotidianamente…

Cinco años después, una mañana en la ducha, detecté un bulto inesperado en el pecho izquierdo, justo debajo de la axila. Y me asusté, claro. Ese mismo día llamé a mi ginecólogo y le dije: “Javier, me parece que me ha tocado la china”. Era un sábado. El lunes, ya en su consulta, me ofreció dos opciones: seguir cruzando los dedos o quirófano. Por la Seguridad Social o por particular, siendo la diferencia de aproximadamente un par de meses entre una y otra.

Lo consulté con mi familia, con mis amigos, lo compartí porque empezaba a tener miedo y necesitaba todo el apoyo posible. “¿En una clínica privada teniendo como tenemos la mejor asistencia médica del Estado?” o “Mira que eres exagerada, eso les pasa a casi todas las mujeres y no tiene importancia”. “Gástate el dinero, que para eso está” o “¿Al quirófano? Ni loca, por Dios”. Así que la ayuda, la empatía y el apoyo de los demás no servían más que para sumirme en el desconcierto y la incertidumbre.

Son situaciones en las que una se da cuenta de que está sola ante el peligro; es decir, que la decisión tiene que tomarla en la intimidad de las propias entrañas, haciendo lo que en el fondo siente que tiene que hacer. Así que, el jueves de esa misma semana, en cuanto quedó libre un rato de quirófano en la clínica privada donde metía horas extras como especialista en mamas “mi gine”, allá que me fui aparcando los temores y convencida de que todo iba a salir bien.

Tuve suerte y me salvó la campana. No todos los tumores son cancerígenos, pero no lo puedes saber hasta que los especialistas meten la mano en ellos. No todos los tumores en el pecho se producen por motivos tan claros como los que yo he detallado. El cáncer tiene su propio misterio y todavía no hay alquimistas capaces de desentrañarlo.

Tan sólo nos queda la concienciación de la importancia de la prevención y el cariño que deberíamos tenerle a nuestro propio cuerpo por encima de otro tipo de consideraciones que, casi siempre, no son propias sino ajenas.

Energía positiva y bendiciones para todas las que están en mala situación, porque con fuerza interna y resolución vital también se cura el cáncer de mama, no únicamente con los remedios que aporta la medicina a través de la química. Y con la única medicina milagrosa que existe a través de los tiempos: el amor.

Suerte para todas las mujeres en esta situación y para quienes las cuidan y aman.

LaAlquimista

http://blogs.diariovasco.com/apartirdelos50

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