lunes, 13 de octubre de 2014

Domingos: Mejor un libro que el sexo...



Las tardes de los domingos me gustan especialmente; son un tiempo diluido en la nada que lo mismo me provocan un fuerte deseo –visceral y primitivo- que me dejan lánguida y melancólica; todo depende de si la compañía que tengo a mi alcance va más allá de mi misma mismidad o no. Tengo una amiga que dedica las vísperas de los lunes por la tarde a practicar el sexo denodadamente; dice que así enfrenta la semana laboral que se avecina con más ímpetu, con las pilas cargadas que se dice.

Y me parece una idea más que acertada –para qué me voy a andar con puritanismos estúpidos, a quién le amarga un dulce aunque sea muy dulce, como nos viene ahora a decir el rijosillo del Michael Douglas, que contrajo el cáncer de garganta por practicar “sexo oral” y nos ha dejado a todas (y a todos) con la boca abierta –sin bromas- que seguro que enseguida aparece el listillo que se lo apunta y como empiece a correr la voz por ahí–que la gente se lo cree casi todo- va a empezar a haber peleas en las parejas hasta por lo que nos llevamos a la boca.

Digresión aparte, la tarde de ayer, domingo, me ofreció la oportunidad de dedicarme a dos disfrutes mayestáticos, a saber: hacer la siesta y empezar un buen libro. Del primer placer, seguro que casi todos somos maestros en alguna medida, pero para acceder al segundo, esos momentos excitantes en que, con el nuevo libro en las manos –impreso en papel, a “la antigua usanza”- con el olor provocador de la tinta bailando entre las letras, prometiendo aventuras, sueños o dislates (según la autora, mi preferencia por las escritoras es un poco indecente, lo confieso, pero nobody is perfect), hay que tener una sensibilidad especial, a flor de piel y nada detectable a primera vista, pero que va a conducir a un orgasmo intelectual a la lectora –hablo desde mi perspectiva, entiéndaseme- nada susceptible de contraer el VIH, sino con todas las garantías de un placer sano, duradero, gratificante.

Y ahí estábamos Doña Rosa Montero y yo –ella en su “papel” y yo en el mío- con “La ridícula idea de no volver a verte”, su última novela, su última pequeña joya literaria, a las ocho de la tarde, sentadas en el cómodo sofá de leer, con el libro bien apoyado sobre un cojín en mi regazo, el perro a mis pies disfrutando colateralmente de la tranquilidad ambiental y una suite de Bach en sordina para filtrar los posibles ruidos ambientales.

Me salté –sin darme cuenta y eso es mucho decir en mí- la hora de la cena, absorta, absorbida, (que son dos verbos distintos) y abducida por la prosa contundentemente ágil de una de mis escritoras vivas favoritas. Partiendo del poco extenso y muy profundo “Diario de Marie Curie” nos hace la genial Doña Rosa Montero una extrapolación del tiempo de duelo por la pérdida de un ser amado a su propia realidad, que es la de cualquier mujer que haya amado, sea a hombre o a mujer, a hijos o a padres, pero con ese amor que deriva en locura al quebrarse en mil pedazos con la muerte.

Miscelánea profunda y entretenida a la vez, perlada de fotos y saltos en el tiempo, “La ridícula idea de no volver a verte” me atrapó hasta la una de la mañana, hora tardía –pero no por ello ridícula- en la que mis ojos y músculos pidieron cuartelillo aunque mi espíritu se sentía contento, confortado por una tan larga y dulce “sesión de placer” –no únicamente intelectual sino espiritual también.

Casi terminé el libro en una sola sesión, pero esta mañana, escribiendo esto para compartir el disfrute vivido, compruebo con alegría que todavía me quedan unas cincuenta páginas (de las 233 totales) que guardaré para saborearlas en el momento adecuado de este lunes que se perfila un poco menos nuboso en mi vida. Porque la escritora, con su bien hacer literario me ha mostrado –una vez más- que el camino de la vida está sembrado a partes iguales de rosas y piedras. Rosa (Montero), gracias.

(Ahora me falta informarme de porqué ha utilizado continuamente en el texto el “number sign” popularizado por twitter, el famoso #. Seguro que tengo que “resetearme” en los nuevos usos de escritura también)

En fin.

LaAlquimista

Por si alguien desea contactar:



No hay comentarios:

Publicar un comentario