sábado, 4 de octubre de 2014

Las chicas son guerreras


Vaya por delante que yo siempre hablo de lo que sé –o de lo que creo saber- así que si escribo acerca del comportamiento de la mujer y no del de los hombres es porque soy mujer y quiero curarme en salud. Pretender a estas alturas de la película conocer a los hombres es demasiado para mí, ya he tirado la toalla hace tiempo.

Pero a lo que voy. Hablando por aquí y por allá resulta que, mayormente, y ante determinadas circunstancias, las mujeres tenemos actitudes mucho más “valientes y corajudas” que los hombres. Quizás les dejamos a ellos la valentía de salvar doncellas y matar dragones o de jugarse la vida en un coche que va a más de 300 kms./hora para decir que ha llegado el primero. Pero a la hora de la verdad, de esa verdad que se llama separación o divorcio o, simplemente, vivir no-dependientes…ahí pinchamos en hueso.

Y no me importa desatar cierta polémica, porque con diferentes opiniones bien estructuradas es como se aprende y como se rompen los prejuicios. En esto de pensar que el hombre es menos “valiente” que la mujer reconozco que es muy difícil saltar por encima de esa generalidad que dice que el hombre no sabe estar solo y que enseguida se busca compañera que le haga el apaño. Es difícil porque, mirando alrededor, me topo con ejemplos que demuestran lo contrario.

La pregunta del millón es: ¿cuánto tiempo tarda un hombre en encontrar nueva pareja después de una separación? El mínimo permitido por el decoro. Es decir, prácticamente nada, casi antes de que se haya secado la tinta de los acuerdos pre-divorcio, incluso antes de haber separado las camas…ya tiene a otra mujer. Algunos hay que “aguantan” hasta un par de meses…

Los porqués se me escapan, ya digo que de psicología masculina sé justo un poco más de lo que saben las gallinas sobre el gallo del corral (o eso quiero creer, jeje). De lo que sí sé es del comportamiento de la mujer cuando –por las circunstancias que sean- se rompe la pareja y se queda sola.

En estos casos, con el duelo encima o un problema de magnitud elevada, las mujeres somos capaces de abrir la puerta de casa y exhalar un profundo suspiro agradecido de encontrarnos en soledad. Somos bien conscientes de que para hacer una tortilla hay que cascar los huevos y estamos dispuestas a pagar el precio. Seguro que nos condoleremos en muchos momentos de la mala situación a la que nos hemos visto abocadas separándonos, pero en nuestro interior sabemos que la vida nunca fue un camino de rosas y no nos importa transitarlo.

Es por eso que, después de una separación traumática –como el 99% de las separaciones amorosas- lo que más nos conviene es la soledad. O dicho en román paladino, lo que menos deseamos es a otro hombre en nuestra órbita. Por lo menos durante una larga temporada.

Aprendemos a disfrutar del hecho de comprar para nosotras (y eventualmente para nuestros hijos), aprendemos a cantar mientras pelamos las patatas de la tortilla que nos comeremos en un acogedor silencio y no en uno ominoso como antes. Empezamos a darnos cuenta de que no es tan terrible no tener pantalones a los que hacerles la raya y descubrimos el placer de dormir de tirón, sin banda sonora original al lado.

Y se siente la libertad recuperada (que suele quedar malparada a lo largo de la convivencia en pareja, mal que nos pese) y como se siente, ya no se quiere volver a perder. Por lo menos en los próximos dos siglos. Luego pasa lo que pasa, que somos humanas y volvemos a tener ganas de jugar el juego del amor y es entonces cuando soltamos eso tan perturbador de “cada uno en su casa y Dios en la de todos”..

La mayoría de los hombres que se separan, se vuelven a“juntar” al muy poquísimo tiempo con mujeres solteras más jóvenes que ellos, casi siempre mujeres que no han conocido las mieles de la convivencia y son terreno abonado para una primera experiencia. Por el contrario, la mayoría de las mujeres que se separan, tardan muchísimo tiempo en volverse a comprometer con una pareja.

Que queden en el aire preguntas y respuestas…

En fin.

LaAlquimista

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