UNA MIRADA ALTERNATIVA A LA VIDA DESPUÉS DE HABER CUMPLIDO LOS 50. CON UN MARTILLO ROMPE-TÓPICOS Y UNA SIBILINA BARRENA DESTROZA PREJUICIOS. DESDE LA ÓPTICA FEMENINA Y QUIZÁS POR ELLO MÁS INTERESANTE PARA EL HOMBRE.
viernes, 31 de octubre de 2014
Otra vez a votar, qué cansancio
Es de los pocos derechos democráticos que nos quedan: votar cuando ellos lo deciden. Y claro, no están los tiempos como para desperdiciar las migajas que nos dejan, así que –otra vez- a intentar decidir quién se lleva el gato al agua este viaje, sabiendo que el pastel se lo van a repartir entre “demócratas y republicanos” –otra vez- aunque oficialmente haya pluralismo político y opciones diversas por doquier. Al pan, pan y al vino, vino y a las elecciones, lo suyo. Es decir: un circo en el que los payasos se ríen del público y no al revés.
Pero a mí no me gusta hablar de política porque es como dar vueltas a una farola corriendo en pos de la propia sombra, que cuando te cansas –porque te cansas- reflexionas un segundo y llegas a la misma conclusión : “¿para qué?”. Además no me gusta hablar de política porque me faltan datos, porque se me ocultan las verdades (como al resto, por lo demás) o, lo que es peor, me mienten directamente y servidora, en su camino cansado en pos de un poco de honestidad, se desubica ante la falsedad, el oprobio y la vergüenza (ajena casi siempre).
Ha llegado a mis manos un libro interesante titulado “Hay alternativas”, escrito por Vicenç Navarro, Juan Torres López y Alberto Garzón Espinosa. “Propuestas para crear empleo y bienestar social en España” es la leyenda que aparece en portada, una frase que pocos esperaban volver a leer sin torcer el gesto. Nos relatan –es un símil que yo hago- cómo le han pillado a nuestra pareja en flagrante delito de infidelidad, con luz y taquígrafos nos lo cuentan; y comprobantes de pago de todos los regalos que se han hecho con nuestro dinero. Y todas las reuniones de trabajo desmontadas y los viajes falsos de negocios y… (lo mejor de todo) a pesar de ello no nos lo queremos creer.
No queremos creer lo que todo el mundo sabe menos nosotros, que ya se sabe que el marido engañado o la mujer traicionada son los últimos en enterarse, los que seguiremos yendo a votar(les) para que nos sigan poniendo los cuernos. Porque es el acto de votar en sí, el ejercicio de un derecho democrático y constitucional lo que nos llena el pecho de satisfacción, como si realmente estuviera en nuestras manos encumbrarles o derribar sus pies de barro, si el único mensaje electoral que cala en el individuo de verdad –hasta las entrañas- es el mensaje del miedo, del miedo a que todo vaya “peor” de lo que ellos mismos han conseguido con su ambición desmesurada y falta de vergüenza.
A pesar de todo, iremos a votar. Por sentirnos importantes, por creer que todavía somos “alguien” o que nuestra opinión cuenta para algo. Y como siempre, se volverá a votar “el mal menor” que, como hemos comprobado, se volverá a convertir en el mal asumido, aceptado, el más votado, ese patético, más vale malo conocido que bueno por conocer… Igual espabilamos, aunque no lo creo, y hacemos como inventaba don José Saramago en su preclaro “Ensayo sobre la lucidez”.
¡Qué cansancio, de verdad, qué cansancio…! (Y ayer noche, hasta las uvas dejando que nos enturbiaran el ánimo y nos quitaran el descanso)
En fin.
LaAlquimista
Noviembre 2011--
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