Planteado así parece una provocación y poco más. Pero es“mucho más”. Y lo voy a explicar en el contexto en que quiero que quede circunscrito.
La violación física de un ser humano –hombre o mujer- es un atentado que se da en nuestra sociedad de una manera mucho más habitual de lo que queremos reconocer. La mayoría de estas agresiones son perpetradas dentro del círculo familiar –oscuro, precintado al exterior- y es pequeñísimo, en comparación, el porcentaje de violaciones “que salen en la prensa”, para carnaza y alimento de los carroñeros de la desgracia ajena.
En el transcurso de unas jornadas de “Aprendizaje para adultos” –como les llamo yo- a las que asistí hace poco, salió este tema espinoso dentro del marco general de “ausencia de libertad y violencia”.
Preguntados los asistentes sobre cuál de las dos desgracias–ser violado o perder una pierna- elegirían en una supuesta –y alucinante-obligación de elección, la mayoría se decantó por…”sufrir una violación”.
¿Parece horrible la respuesta o es la más pura supervivencia? Porque si un miembro es amputado jamás volverá a crecer, mientras que una agresión sexual puede superarse aunque con mucho trabajo y ayuda. Pero puede llegarse a olvidar, existe vida “después de”, mientras que la ausencia de la pierna estará presente cada momento, cada instante de lo que quede por vivir.
Nadie quiere sufrir una agresión sexual, qué duda cabe. Sin embargo, la sociedad las estigmatiza de una manera brutal y es por ello que, una gran cantidad de violaciones, NO SON DENUNCIADAS.
Hemos leído estos días en la prensa la condena a una mujer que asesinó al violador de su hija. Y “parece” –y lo digo entre comillas y cogiéndolo con pinzas- que la opinión pública se escoraba del lado de esta mujer/madre/vengadora. Y no es de recibo, aunque una cosa no quite la otra.
Suele ser noticia de portada en la prensa cotidiana: “Mujer agredida sexualmente a la salida de una discoteca”. O, “Intento de violación a una joven a las cuatro de la madrugada”. Y así queda en el inconsciente colectivo bien acendrada la idea de que “si andas de noche corres el riesgo de que te violen…si eres mujer”.
De ahí a que luego digan “que ella se lo había buscado”va un paso, qué duda cabe.
Simplificar las cosas no las hace más sencillas en su fondo. Obviarlas, callarlas o enfadarse con la realidad tampoco ayuda a solucionarlas.
Me viene a la memoria ahora la magnífica y terrible película de Thomas Vinterberg “Celebración” en la que un adulto acusa públicamente a su padre en el día de su sexagésimo cumpleaños, de haberles violado continuadamente, a él y a su hermana, durante casi toda la infancia y adolescencia. Magnífico el guión porque es “real como la vida misma”. Al final, como suele ocurrir también en la realidad, es el hijo acusador valiente el que acaba repudiado por la familia, como canalla y calumniador. Obviamente, nadie le creyó. O lo siguieron “tapando”.
¿Y qué decir de las violaciones de alcoba que se dan dentro del seno del matrimonio cuando el hombre considera que es el DUEÑO del cuerpo de la mujer y le exige cumplir con el “sacrosanto débito matrimonial”? Y que conste que, en el Código Penal, están tipificadas como delito de agresión sexual, pero… ¿qué mujer se atreve a denunciarlas?
Leyendo lo anteriormente escrito puede que muchas personas“de bien” consideren que estoy dando un patinazo con este tema, pero tenía pendiente desde hace tiempo hacer la reflexión pertinente.
Una violación no lo es únicamente cuando la sufre una mujer. Una violación no lo es únicamente cuando se realiza por la fuerza, en la calle y la perpetra un desconocido.
También “de puertas para adentro” se hacen estas barbaridades y se callan. Ominosamente. También los chavales, niños, críos y adolescentes sufren agresiones sexuales. No le ocurre únicamente al sexo femenino. Y de esto tampoco se denuncia más que la punta del iceberg.
La libertad y la dignidad pasan por el respeto total y absoluto a la identidad e integridad física y sexual. Es por ello que me atrevo a decir: si has sido agredido sexualmente y lo tienes ahí dentro sufriendo, como un maldito monstruo que te corroe las entrañas, no lo guardes más. Pide ayuda. Sácalo antes de que te devore. Porque es “una pierna” que puede volver a crecer…
Con esperanza.
Al fin.
LaAlquimista
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