lunes, 17 de febrero de 2014

Ratas voladoras




Qué bonito cuadro forman las palomas con un niño pequeño corriendo tras ellas –como si fuera detrás de la vida, inocente, incauto él-, qué bucólico panorama el del parque florecido con las palomas correteando al lado del paseante despistado y feliz.

Pues no; estoy esperando que alguien me diga para qué sirven las palomas en una ciudad, qué aportación al equilibrio del medio hacen, qué beneficio al entorno proporcionan, aparte de quedar bonito cuando sacas una foto.

Porque las palomas siempre me han parecido una especie de bichos sucios que molestan y cubren de porquería todo lo que tocan. Viven donde pueden, es decir, en cualquier sitio que les acomode, son ‘okupas’ indeseadas de aleros de edificios, cornisas y balcones. Pasean su vista despreocupada por la ciudad desde lo alto de las estatuas y dejan su huella en la piedra y en el cemento, en la madera y en el hierro. Huella sucia que ni el tiempo ni la lluvia puede borrar.

Si bajo sus alas están las personas, maldito maná caído del cielo para amargarte el día; si son los coches, decoración de mal gusto que corroe la pintura. Cuando vuelan en formación baja tropiezan y golpean, allá donde haya suciedad y porquería están ellas hurgando, con un arrullo incesante y molesto, las ratas voladoras.

Las protegemos porque somos civilizados y amamos a los animales. A algunos, porque lo que es a otros los masacramos sin piedad para jolgorio festivo del personal.


En fin


Por si alguien desea contactar:
apartirdeloscincuenta@gmail.com

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