jueves, 13 de febrero de 2014

S.O.S. El idioma agoniza


Primero fueron los S.M.S (short message system) de los teléfonos móviles (que ya es llamarles mal porque no veo yo que se ‘muevan’ excepto cuando se les suelta el ‘vibrador’ que también es chiste), que para ahorrar espacio y que cundiera más el precio se empezó a abreviar las palabras; después llegó el maldito ‘chateo’ (otro ‘palabro’ también tomado del inglés) por Internet donde se empezó a economizar fonemas y teclas por parte de quien no sabía ‘escribir a máquina’; luego llegaron el Facebook y el Twenti (más inglés) y todos –o casi todos- los usuarios –que no sólo adolescentes- siguieron defenestrando (del latín) el idioma.

No es fenómeno este que se dé solo en España, no, en el resto de los países, tanto del entorno europeo como del espacio hispanohablante, que es un decir, están invadidos también por la costumbre de desnaturalizarse agrediendo a uno de los pilares básicos de la cultura e idiosincrasia (del griego) de los pueblos: el idioma.

Académicos e insignes hombres de letras se han rasgado ya las vestiduras en inmolaciones (del latín) públicas y privadas llegándose a la terrible constatación de que no hay nada que pueda hacerse para frenar tamaño descalabro (del latín también).

Pero no tenemos derecho a quejarnos los adultos de los usos y costumbres que no nos acomodan; no olvidemos que es mayoría los mayores de edad que se precian de incluir en su discurso latiguillos y expresiones de este tipo: “vale” en vez de decir “de acuerdo”, “va a ser que no…”, “es lo que hay” y cualquier estupidez (más latín) que algún personaje o personajillo ponga de moda a través del ‘invento del maligno’.

Algunos se quedan solos clamando en el desierto; otros seguimos al pie del cañón luchando por hablar correctamente y, sobre todo, por escribirlo como está mandado.

En fin.

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